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viernes, 22 de octubre de 2010

ESTRENO DE «SERIES DE TV, EN SERIO»


Estrenamos hoy en Cinema Genovés una nueva sección, «Series de TV, en serio» dedicada a las series que ves, o deberías ver, si te place, en televisión. O, por mejor decirlo, a las series producidas por y para la televisión y, por ende, emitidas en televisión, pero que no necesariamente vemos o tenemos que ver a través de ese medio. Justamente, he aquí el principal motivo de esta presentación, de este preámbulo.
¡Genovés, la televisión que no ves! Ocurre que uno, cinéfilo de pro, no sigue la programación de la televisión, o acaso sea más preciso decir «de las televisiones». Mal de tantas cadenas, consuelo de tantas cajas tontas como pululan por doquier, la mayoría a costa del contribuyente. Sucede, sencillamente, que no «veo la televisión». Circunstancia que, por lo que a mí respecta, más que un suceso, supone una liberación. Por lo demás, soy gran aficionado a las series de TV. En serio. Especialmente, a las series serias, quiero decir, a las series de calidad, incluidas algunas telecomedias o sitcom, a la cabeza de ellas, Frasier, por supuesto.
¿Entraña todo esto una contradicción, o sea, que quien reconoce no ver la TV escriba sobre cosas que pasan por TV? Sólo para aquel que piense que si uno escribe sobre la Mafia, debe haber estado en la Mafia, o sobre abogados, y ser letrado (de toga, quiero decir, no de buenas letras), o bobadas así. Sólo para el nostálgico que siga anclado en las estrechas ortodoxias del Método (Actor’s Studio y demás patrañas) o esclavizado por el rigor, propio de un campo de concentración, tipo realismo socialista y derivados. Sólo, en fin, y no digo más, si aceptamos a pie juntillas que el medio es el mensaje y que sólo es lícito (y legítimo) ver series en la programación de TV o películas en las salas de cine. Tema polémico que no abordaré ahora. Más adelante, ya veremos.
Sobre la importancia hoy de las series de televisión (de algunas, de bastantes de ellas), particularmente en el panorama del cine contemporáneo, trataré en las próximas entradas de esta sección. De momento, reproduzco ahora una columna de Opinión que escribí en un diario digital, hoy desaparecido, la cual viene muy a propósito de lo que estamos aquí hablando.
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Vivir sin televisión

«Creo que la televisión es muy educativa. 
Cuando alguien enciende el televisor me voy a leer un libro»
Groucho Marx

«Me informo por los diarios digitales de que el pasado 3 de abril fue el día D de la TV en España, o sea, el «apagón analógico», algo de creerlo y dejar de verlo, y que suena a un nuevo Apocalipsis. Por lo visto, había cierta expectación ante tal acontecimiento. No me extraña, cuando la cosa va de espectadores pendientes de la antiguamente denominada «pequeña pantalla». Desconozco si, para referirse a los usuarios de la tele, todavía  se emplea la expresión «televidentes», un término para mí un tanto sombrío (permítaseme la boutade), pues no puedo dejar de asociarlo a la adicción y a la quiromancia.
Acaso los amables visitantes de esta columna adviertan que ando un tanto despistado en materia de actualidad televisiva, al reparar en una noticia de hace más un mes. Tal vez piensen que por haberme quedado a oscuras, ignoro lo que está pasando en el ruidoso (y ruinoso) mundo de la TV. No negaré, en efecto, que estoy un poco fuera de onda, o, dicho más claro, bastante desconectado. Tanto que, aunque tengo televisor, no veo la televisión: la pantalla en el salón de mi casa está sin conectar a la antena, utilizando aquélla para poder reproducir mis películas favoritas y mis óperas selectas. Así pues, por lo que a mí respecta, ni TVE, ni TDT, ni TV3, ni TNT. Procuro, no obstante, estar al corriente de lo que ocurre en el mundo exterior, y no me refiero ahora a las noticias internacionales. No es presunción, pero quizá esté precisamente al día por eso de mi desconexión.
Para que vean que no soy un caso fuera de lo común, recordaré que nada menos que el Secretario de Estado de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información (Ministerio de Industria, Turismo y Comercio. Gobierno de España) señaló en su momento que la mayoría de los ciudadanos «no se iban a enterar» del dichoso «apagón», puesto que el Ministerio del Medio, velando por nuestro bienestar, daba por hecho que el 90,5 por ciento de los hogares españoles acceden ya a los canales de la nueva televisión digital. Así las cosas, son principalmente los residentes en las provincias catalanas quienes tienen motivos para seguir temiendo imprevistos apagones y quedarse así a dos velas, sin electricidad, cada dos por tres. El resto y los, como yo, sin tele, tan tranquilos. Ni nos hemos enterado.
Con sinceridad, todo esto resulta anacrónico. En primer lugar, la propia televisión, y, todavía peor, ¡las televisiones! Porque, por tener, en la España actual del recorte y la recesión tenemos sendas cadenas tenebrosas de ámbito nacional, a las que sumar otras dos o tres, no menos foscas, por Comunidad autónoma (¿o son aún más?), todo ello sin contar los canales privados y los privadísimos. Yo pregunto: si debe haber, de verdad, reducción del gasto público, austeridad y ajuste económico, ¿por qué no empezar suprimiendo este descarado derroche a cuenta de tanta mamarrachada y tanta mamandurria? ¿Para qué tanta televisión en la era de Internet, como no sea para mantener la propaganda oficial, la vulgaridad impúdica y la idiocia general?
En estos tiempos que avanzan una barbaridad, ¿no es, ciertamente, anacrónico seguir hablando de "programación" en la “pequeña pantalla”, cuando hoy puede uno estar informado al minuto por medio de la radio y la Red, acceder a un determinado programa o episodio gracias a la redifusión, el podcast, el iphone y el youtube, o decidir también a qué hora ponerse la película en casa, elegida por uno mismo, en una pantalla panorámica? ¿Se extraña alguien aún de mi falta de sintonía con el «medio» por antonomasia y de que le haya puesto fin?
Televisión, vale, pero la mínimamente imprescindible en un Estado que, asimismo, debería ser lo más mínimo posible. ¿Hay vida después de la televisión? ¡Vaya que sí! Donde es difícil que la haya es en un mundo incapaz de desenchufarse del telediario y de subsistir sin la dosis diaria de "programación". Tras el "apagón", empieza, por fin, un luminoso y liberador “apaga y vámonos”.»

El presente texto fue publicado como columna de Opinión en el diario digital Factual.es, hoy fuera de la circulación, el día 16 de mayo de 2010

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