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lunes, 26 de noviembre de 2012

SHOW PEOPLE (1928)



Título versión española: Espejismos
Duración: 83 minutos
Nacionalidad: EE UU
Director: King Vidor
Guión: Agnes Christine Johnston, Laurence Stallings, Wanda Tuchock, Ralph Spence
Música: Carl Davis en la versión restaurada
Fotografía: John Arnold
Reparto: Marion Davies, William Haines, Dell Henderson, Paul Ralli, Tenen Holtz, Harry Gribbon, Sidney Bracey, Polly Moran, Albert Conti.
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) / Cosmopolitan Productions


El cine de Hollywood es portentoso. El cine sobre Hollywood, también. El invento y la técnica del cinematógrafo llegaron de Europa. Pero en América se hicieron arte, arte mayor, arte con mayúsculas, el «oficio del siglo XX» (Guillermo Cabrera Infante), séptimo arte. Admira comprobar la capacidad de inventiva e innovación, de talento y experimentación, que se forjó en estos valles y colinas de California en pocos años, a pasos agigantados, de la mano de gente entusiasta y emprendedora, con espíritu de riesgo y sin complejos.

Impresiona, asimismo, advertir la disposición libre y crítica que los pioneros del cine pusieron de manifiesto en el trabajo que realizaban, su inclinación hacia la parodia y la sátira. ¿Realismo? No, apenas nada. Eso se quedó en y para el Viejo Continente. En Hollywood triunfa el idealismo, la creación y la recreación, la ilusión y el ilusionismo, el arte de fabricar sueños, de entretener y divertir. Es así que al tiempo que exploraban e inventaban géneros, el propio mundo del cine fue tomado muy pronto como objeto y argumento sobre el que hacer películas. Y todo ello con gran sentido del humor, no tomándose a sí mismos muy en serio. En cualquier caso, los colonos del cinematógrafo eran, en su mayor parte, capaces de pasar del drama a la comedia, y viceversa, con sumo aplomo y destreza.


Este preludio viene a cuento de King Vidor y el film Show People (Espejismos, 1928). Una joyita para cualquier espectador, especialmente para el cinéfilo ávido de referencias y autorreferencias de películas y estrellas. El argumento es en este caso sólo un pretexto que sirve de entrada al espectáculo. Peggy Pepper, aspirante a actriz (Marion Davies; primera ironía del film), acompañada por su padre, el coronel Pepper (Dell Henderson), llega en Hollywood con el firme propósito de convertirse en una superstar. Entran por la gran avenida de la ciudad, salpicada de mil y un letreros con una invariable divisa, «Hollywood», lo que lleva a la muchacha a una sorprendente conclusión: vaya, esto debe ser Hollywood…

Una vez el estudio, entran en la cafetería para almorzar. Los clientes acuden al local con el vestuario de trabajo; hay indios y vaqueros, damas de compañía de María Antonieta y coristas, y en este plan. El coronel Pepper, vestido de ropa de calle, su indumentaria habitual, recibe este saludo de bienvenida: buen disfraz de sureño el suyo, amigo mío… La parodia que no cesa.




Las distintas pruebas que realiza en los platós del estudio, así como los pasos perdidos de la novata Peggy deambulando en territorio ignoto, dan pie para mostrar (y como digo, parodiar) variados géneros del cine de la época, sobre todo, el slapstick, perfecto vehículo con el que explayarse el film en escenas cómicas de persecuciones, tartazos y demás porrazos. Como es sabido, un buen número de famosas actrices se iniciaron en el oficio interpretando esta clase de papeles (Gloria Swanson, Jean Harlow, etcétera), por no mencionar ahora los de tono más subido y licencioso que algunas de ellas protagonizaron, por si hay menores en la sala…


Para ser artista, hay que saber hacer de todo. Como divertida presentación en el estudio, Peggy hace una exhibición de sus dotes interpretativas al recepcionista de turno, a quien toma por director o productor, qué sabe aún la criatura de las particularidades de la profesión. Posteriormente, tiene lugar una de las escenas más divertidas y logradas del film, en la que en una prueba, la joven tiene que cambiar en segundos, a partir de las directrices dadas por el director, de clave interpretativa: ahora triste, ahora alegre, ahora ríe, ahora llora…


Durante el recorrido por el laberinto de la fábrica de los sueños, allí donde todo es posible, acompañada por Billy Boone (William Haines), otro joven aspirante a famoso, hay que estar atentos para que no pasen desapercibidos los cameos de grandes estrellas, como Charlie Chaplin («¿quién este hombre bajito?», pregunta Peggy a su cicerone Billy), Douglas Fairbanks, John Gilbert, Mae Murray, Norma Talmadge, William S. Hart (el primer cowboy-estrella de la pantalla), así como los propios King Vidor y… Marion Davies (sí, sí, Peggy se topa de pronto con la célebre estrella Marion Davies, a quien dirige un gesto de indiferencia…). Incluso Louella Parsons se deja ver por allí.



La última secuencia del film representa la apoteosis de la parodia. Peggy y Billy se meten en el rodaje de una película de guerra que está rodando King Vidor. Por el vestuario y la ambientación todo indica que se trata de El gran desfile (Big Parade, 1925); en la escena del banquete de Show People hemos visto, justamente, a los principales protagonista del título homenajeado, John Gilbert y Renée Adorée. Tal vez algún día Mr. Vidor cuente con la Davies para hacer un papel…




¡Extra! ¡Extra!

La película en su conjunto se apoya en la interpretación de Marion Davies, lo que supone, para ser sinceros, el principal riesgo o escollo del film. Amante y protegida del magnate William Randolph Hearst, la actriz tuvo una carrera muy irregular y fue constantemente cuestionada como tal. La mayor parte de importantes papeles que hizo se debieron a la intervención poderosa de Hearst, lo que impidió que hiciera papeles memorables. Por ejemplo, Show People.


En el film Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), dirigida por Orson Welles, hay una nueva parodia de personajes, puesto que, según muchas interpretaciones, los personajes de Kane (Orson Welles) y su segunda esposa, Susan Alexander Kane (Dorothy Comingore), cantante de ópera con pocas dotes, aunque empujada por el poderoso Kane para triunfar en los teatros, estarían inspirados en William Randolph Hearst y en Marion Davies.


lunes, 19 de noviembre de 2012

MICHAEL MANN


Los amigos y amables seguidores de Cinema Genovés ya conocen el escaso interés que presto al cine que se produce en estos últimos tiempos; digamos, para concretar un poco, en las últimas décadas… No es nada personal con respecto a los cineastas que intentan hoy vivir del oficio cinematográfico, aunque sí sostengo que éste poco tiene que ver con el cine que yo amo: el cine silente y el cine clásico. Como puede deducirse de lo que acabo de afirmar —y por lo ya sabido de antes— tampoco se trata de una cuestión de manía, afán de singularidad o simple antojo. 

Pocos estrenos llaman mi atención, de los festivales del ramo ni me entero, y por no seguir, ni sigo ya la ceremonia de la entrega anual de los Oscar de Hollywood. Aun así, fíjense, he tenido la osadía de aceptar colaborar en el volumen colectivo, coordinado por Carlos Tejeda e Hilario J. Rodríguez, Cine XXI. Directores y direcciones (Cátedra), actualmente en fase de edición y cuya publicación por la editorial Cátedra está prevista para la próxima primavera. Ya me dirán ustedes…

Puesto que uno es de natural curioso y, después de todo, tiene interés por saber algo del cine (o sucedáneo) que se hace en nuestros días, de vez en cuando dedico alguna sesión cinematográfica a visionar películas del presente —digámoslo así— en lugar de explorar y repasar las que habitualmente tengo presentes.... Para asegurarme este propósito de puesta al día visito algunos blogs amigos, más pendientes (y acaso también más pacientes) que yo de la cartelera semanal, donde suelo encontrar información valiosa y crítica cinematográfica de las últimas producciones. En ocasiones, también ojeo (más que hojeo) alguna revista del ramo, pero ya no quedan muchas y las que hay no llaman mucho mi atención ni mi curiosidad.

Si hay un director en activo que me interese seguir su trabajo (aparte de David Mamet, Peter Weir o Sam Mendes, por citar sólo tres nombres que me vienen ahora a la mente), es Michael Mann (Chicago, EE UU, 1943). Uno de los films que ha dirigido, Heat (1995), lo considero de lo mejor que he visionado del «cine actual», un título que no dudaría en incluir en el Top de mis películas favoritas y que más veces que revisitado; siempre con sumo gusto. Encuentro ahí no sólo un cine de acción de primera categoría, que incluye algunas escenas (como el robo del banco) que cabría situar entre los momentos estelares de la cinematografía de todos los tiempos, sino también gran inteligencia narrativa, mucho talento para crear imágenes y ambientes, así como una dirección de actores verdaderamente de quitarse el sombrero; y ya saben ustedes que yo uso esa prenda de vestir.







Procedente de la televisión (sino y destino del «cine actual», al menos el norteamericano realizado desde los años sesenta), Mann dirigió durante los años ochenta la célebre serie Miami Vice, la cual, por cierto, no he tenido el gusto de seguir, y que ahora, con afán retrospectivo o reivindicativo, no me apetece, francamente, ponerme a la labor. 

Su primer largometraje es de 1981: Ladrón (Thief), que cuenta al frente del reparto con ese grandísimo actor que es James Caan, el de las anchas espaldas. Mucho de Heat ya se vislumbra en esta interesante cinta, la cual, vista hoy, podría interpretarse casi como un apunte de aquélla. 



Posteriormente, realizó un bodrio sin paliativos, El torreón (The Keep, 1983), una producción que bascula —penosamente— entre lo fantástico y el terror, pero que a mí me aburrió soberanamente. Manhunter (1986) y Ali (2001) no las considero relevantes. Aparte de esto, y de lo que he podido llevarme a los ojos y oídos del resto de su producción, me han atraído bastante El último mohicano (The Last of Mohicans, 1992); aunque prefiero, claro, la versión muda que hizo Clarence Brown —en colaboración con Maurice Tourneur— de este clásico de la literatura en 1920), El dilema (The Insider, 1999), Collateral (2004) y Enemigos públicos (Public Enemies, 2009), además de la ya mencionada, Heat, mi trabajo preferido del director americano.

El último mohicano (The Last of Mohicans, 1992)

El dilema (The Insider, 1999)
Collateral (2004)
Enemigos públicos (Public Enemies, 2009)

Seguiré, pues, la pista a la sugestiva trayectoria cinematográfica de este cineasta, poseedor de una extraordinaria capacidad visual y un notable vigor narrativo, amén de completar el visionado de los títulos que todavía me falta conocer de su obra. Especialmente, tendré en cuenta aquellos que ustedes tengan a bien recomendarme.




lunes, 12 de noviembre de 2012

UNDERWORLD (1927)




Título versión española: La ley del hampa
Duración: 80 minutos
Nacionalidad: EE UU
Director: Josef von Sternberg
Guión: Charles Furthman, Ben Hecht
Música: Robert Israel (añadida a la versión restaurada 2010)
Fotografía: Bert Glennon
Reparto: George Bancroft, Evelyn Brent, Clive Brook, Fred Kohler, Helen Lynch, Larry Semon, Jerry Mandy
Producción: Paramount Pictures
Premio: Oscar 1927 al Mejor Guión Original


Seguimos en el año 1927…


Cuando sale a colación el tema de las mejores películas de gángsters, o bien el de los títulos fundacionales de este género fundamental en la historia del cine, pocas veces se cita Underworld, producción de Paramount Pictures, dirigida por Josef Von Stenberg. Tampoco suele recordarse como se merece a este gran cineasta de origen vienés. Y si tal cosa ocurre, es para emparejarlo irremediablemente al icono de Marlene Dietrich, con quien, bien es verdad, hizo algunas de sus mejores trabajos. Pero no todos, ni en exclusiva.

En Underworld no sale Marlene. Todavía faltarán tres años para que la Dietrich quede revelada al mundo del celuloide con El ángel azul (Der Blaue Engel, 1930), sobrevolando e iluminando el cielo sobre Hollywood. Por entonces, Stenberg todavía no ha visto pasar un ángel, mas esa no es razón para quedarse inmóvil ni en silencio. De hecho, trabaja mu provechosamente en la etapa del cine mudo. Algunos títulos de este periodo pre-Marlene, son imprescindibles: La última orden (The Last Command) y Los muelles de Nueva York (The Docks of New York), rodadas ambas (junto a otras dos cintas más) en 1928, un año después de realizar Underworld. En esos años, Stenberg está cimentando su carrera cinematográfica a pleno rendimiento y a pasos agigantados.


Marlene todavía no ha levantado el vuelo, ya digo, pero Stenberg ya tiene actores de cabecera, como son Emil Jannings y George Bancroft. Antes de conducir la diligencia por excelencia (la dirigida por John Ford en 1939), el fornido y notable actor George Bancroft arrastra tras de sí una sólida trayectoria, la cual se ve afianzada con Underworld, donde interpreta con gran soltura y convicción a un gángster tan rudo como bonachón, tan bruto como sacrificado.

George Bancroft hace en la película de «Bull» Weed, un atracador de poca monta, asaltante de bancos y joyerías, gracias más que nada a su arrojo y sus arrestos (toca madera ratero, que viene el madero…). Pero de ninguna manera es un bandido o un villano. Tiene una chica a su lado, «Plumas» (Evelyn Brent), quien también le hace cosquillas a «Buck» Mulligan (Fred Kohler), éste sí es un matón y un animal, amigo de lo ajeno (sean dólares o mujeres), aunque en el fondo no tenga amigos, sólo acólitos y compinches; con ese carácter…



«Bull» Weed sí tiene amigos, porque en el fondo, aunque delincuente, posee un buen corazón. Tras robar un banco, se topa en la acera con un mendigo que va haciendo eses, borracho como una cuba. Lo lleva a casa por si un casual tuviese la tentación de hablar más de la cuenta. Pero, «Bull» enseguida descubre que es un tipo de fiar. El vagabundo afirma ser tan silencioso como un «Rolls Royce». Dicho esto «Bull» lo adopta: te llamaré «Rolls Royce» Wensel (Clive Brook). He aquí el comienzo de una gran amistad. Aunque las cosas se complican.



No contaré más del argumento, firmado por el destacado escritor Ben Hecht. Conózcanlo (o recuérdenlo) por ustedes mismos. Estamos, que conste en acta, ante uno de los títulos que inauguran el género gángster por todo lo alto. Con una historia bien trabada, Stenberg se emplea a fondo en la dirección: vibrante y brillante, imaginativa e inteligente, penetrante y sutil. Y es que Stenberg es, por encima de todo, un poeta de la imagen.


¿Y Underworld? Pues nada más y nada menos que una obra maestra del cine.


lunes, 5 de noviembre de 2012

1927



Sigo meditando sobre los años. No, no, tranquilos, no me refiero a los míos, a mi edad, quiero decir. ¡Vaya tema tan antiguo! ¿Será la edad de oro, de plata o de bronce? ¿Años de hierro y plomo? Cómo me pesan las piernas… Antes sí que...

¡Corten! Para nostalgia, ya está el cine. Tras haber puesto hace semanas el foco de atención en el año de gloria cinematográfica 1939, añada maravillosa, deslumbrante e irrepetible —según mi opinión—, indago ahora en busca de nuevas cosechas de primera. En dicha labor, no me basta con encontrar una obra maestra del cine ni fijarme en la fecha del estreno (éste suele ser el criterio habitual en las dataciones y no tanto el año de rodaje) y, hala, a positivar. Reparo, sobre todo, en qué otros títulos  acompañan al masterpiece en la travesía durante ese periodo. Tampoco es suficiente haber hallado dos, tres o aun cinco títulos importantes. Sigo rastreando y anhelo todavía más. Hasta que lo encuentre. Y ahí me planto. Póquer de ases. Lo encontré. ¡Eureka!

1927. En España se estrena la versión muda de La Hermana San Sulpicio, dirigida por Florián Rey e interpretada por Imperio Argentina. En 1952, Luis Lucia realizará un remake con Carmen Sevilla al frente del reparto. En Alemania, con Metrópolis, Fritz Lang conmueve el mundo del cine, mientras, por su parte, Walter Ruttmann filma Berlín: Sinfonía de una gran ciudad (Berlin: Die Sinfonie der Großstadt). Sergei M. Eisenstein en Rusia (por entonces, ya, ay, la URSS) firma Octubre. En Francia, Abel Gance dirige Napoleón. The Lodger: A Story of the London Fog, es una extraordinaria versión libre de la historia de Jack el Destripador, rodada en Inglaterra y dirigida por Alfred Hitchcock; en España, el film fue estrenado con el imaginativo título de El enemigo de las rubias...

Va la cosa bien, ¿verdad? Pues, vayamos ahora a Hollywood.



Es el año del estreno de la primera película sonora, además de hablada y cantada: El cantor de Jazz. Primer hito.


Segundo. Las primeras películas estrenadas en Estados Unidos a lo largo de 1927 (en este caso, también en 1928) sirvieron de base para la primera edición de los Oscar de Hollywood, es decir, los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Y el Oscar fue para…

Douglas Fairbanks entrega el Oscar a Janet Gaynor

Alas  (Wings), a la Mejor Película, dirigida por William Wellman para Paramount Pictures; El séptimo cielo (Seventh Heaven), al Mejor Director de Drama (Frank Borzage); Hermanos de armas (Two Arabian Knights), realizado por Lewis Milestone se lleva el premio al Mejor Director, categoría Mejor Comedia. Tal distinción drama-comedia desaparece en la siguiente edición.

Es justo hacer constar que el Oscar Honorífico lo recibió la Warner Bros por haber producido El cantante de jazz, oficialmente considerado el primer film sonoro de la historia del cine y Charles Chaplin, por interpretar, escribir el guión, producir y dirigir El circo (este trabajo ya es de 1928, año de la entrega de estatuillas).

En aquel tiempo, daba gusto seguir la ceremonia de entrega de los Oscar, ¿verdad?

Como no sólo de Oscar vive el cinéfilo, repasemos algunas de estas películas junto a otras de no menor categoría. Cosecha 1927, recuerden. Estamos en los últimos momentos del cine mudo. ¿Hay en la etapa silente del cine otro año que pueda igualar o incluso superar a éste? Tómenselo con calma y paladeen cada trago.


Alas (Wings), producida por Paramount Pictures, dirigida por William A. Wellman e interpretada por Clara Bow, Richard Arlen y Charles «Buddy» Rogers.


Amanecer (Sunrise), producida por la Fox, dirigida por F.W. Murnau e interpretada por Janet Gaynor y George O’Brien.


El cantor de jazz (The Jazz Singer), producida por la Warner Bros., dirigida por Alan Crosland e interpretada por Al Jonson y May McAvoy.


Love, producida por la MGM, dirigida por Edmund Goulding e interpretada por Greta Garbo y John Gilbert.


El séptimo cielo (Seventh Heaven), producida por la Fox, dirigida por Fran Borzage e interpretada por Janet Gaynor y Charles Farrell.


King of The Kings, producida y dirigida por Cecil B. DeMille e interpretada por H. B. Warner y Dorothy Cumming.



Hotel Imperial, producida por Famous Players-Lasky, dirigida por Mauritz Stiller e interpretada por Pola Negri y James Hall.



Eso (It), producida por Paramount Pictures, dirigida por Clarence G. Badger e interpretada por Clara Bow y Antonio Moreno.



The Cat and the Canary, producida por la Universal Pictures, dirigida por Paul Leni e interpretada por Laure La Plante y Forrest Stanley.



Garras humanas (The Unknown), producida por la MGM, dirigida por Tod Browning e interpretada por Lon Chaney y Joan Crawford.


Confío en que sean todas las que están. Lo seguro es que dejo fuera de la lista algún título memorable. Pero, es que si añado algún otro más, hay riesgo que embriagarse…

No, no me he olvidado del film Underworld (La ley del hampa), dirigido por Joseph von Stenberg. De este título nos ocuparemos, justamente, la semana próxima aquí, en Cinema Genovés.