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lunes, 24 de diciembre de 2012

FIESTA DE NAVIDAD


Sostiene una larga tradición cultural entre nosotros que en Navidad todos nos volvemos un poco niños. Será porque al nacer le sigue el renacer. Y quién soy yo para negar o sortear tan inocente ilusión.

Es Navidad. Es tiempo de fiesta. Tengamos la fiesta en paz. Les invito a disfrutar de este cortometraje, The Christmas Party (1931), producido por la Metro-Goldwyn- Mayer y realizado por Charles Reisner. Interpretado por Jackie Cooper y… Bueno, la gracia está en ir descubriendo a las estrellas que van apareciendo en la pantalla.

Cinema Genovés les desea una Feliz Navidad y un Venturoso Año Nuevo 2013.

Salucines



lunes, 17 de diciembre de 2012

PIGMALIÓN (1938)



Título original: Pygmalion
Duración: 95 minutos
Nacionalidad: Reino Unido
Dirección: Anthony Asquith & Leslie Howard
Guión: W.P. Grunwald, Anatole Lipscomb a partir de la obra teatral homónima de George Bernard Shaw
Música: William Axt, Arthur Honegger
Fotografía: Harry Stradling Sr.
Reparto: Leslie Howard, Wendy Hiller, Wilfrid Lawson, Marie Lohr, Scott Sunderland, Jean Cadell
Producción: Pascal Film Productions
Premios: 4 Nominaciones al Oscar 1938. Recibe el premio al Mejor Guión. Festival de Venecia, Premio al Mejor actor (Leslie Howard)


No son pocas las versiones cinematográficas realizadas a propósito de Pigmalión. Hace meses reseñaba en Cinema Genovés un libro que trata en parte el impacto que ha tenido en el cine esta antigua fábula, haciendo especialmente énfasis en el el film Vértigo (1958), dirigido por Alfred Hitchcock. Allí se dice que el mito de Pigmalión es de una relevancia y una categoría simbólica no inferiores, por ejemplo, a las de Narciso o Prometeo, con las que conforma buena parte del imaginario cultural de Occidente.
Según el relato concebido por Ovidio en las Metamorfosis, el escultor chipriota Pigmalión plasmó en marfil a la mujer nacida de su imaginación artística, sin olvidar sus fantasías humanas, demasiado humanas. Tras quedar prendado perdidamente del ser idealizado resultante, pidió a los dioses que insuflasen vida humana a aquel sublime pedazo de materia inerte y así hacerla mujer en carne y hueso a quien hacer suya.
Películas memorables que han recreado de varias formas este mito son, además de la ya citada Vértigo, El cantar de los cantares (The Song of Songs, 1933), dirigida por Rouben Mamoulian, y, por encima de todo, como es de dominio público, My Fair Lady (1964), realizada por George Cukor.


Sin embargo, acaso no todos ustedes sepan que existe un precedente muy directo y nada despreciable de este célebre musical: la producción británica Pigmalión (1938), dirigida al alimón por Anthony Asquith y Leslie Howard

Leslie Howard es un estimable actor con fama de pusilánime, delicado y «blandito», cuya interpretación más célebre es la de Ashley Wilkes en Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939). Sin embargo, al meterse en el papel del profesor Higgins en Pigmalión es justo reconocer que supo sacarle carácter y fuerza, ponerle genio y figura, a un personaje de semejante… personalidad, que bascula constantemente entre el refinamiento y la rudeza. Aunque, todo sea dicho, Rex Harrison, en la versión cinematográfica de 1956, tampoco lo hizo mal, ¿no creen ustedes? 



Leslie Howard murió en 1943 tras ser derribado el avión en que viajaba por un caza alemán, mientras hacía el trayecto Lisboa-Londres, cayendo al mar cerca de las costas de La Coruña. Según algunas versiones, la aeronave en la que iba como pasajero fue señalada erróneamente por la aviación germana (recuérdese que se estaba en plena Segunda Guerra Mundial). Según otras, el objetivo era el propio Howard, quien supuestamente actuaba —en la realidad, no en el cine— al servicio de su Majestad británica.
Por su parte, Wendy Hiller es una actriz inglesa que trabajó principalmente en la escena teatral, si bien su paso por el cine también ha dejado una sólida huella. Todo buen aficionado la recuerda, por citar sólo dos títulos, interpretando a la gobernanta del hotelito donde transcurre la historia de Mesas separadas (Separate Tables, 1958 – Delbert Mann) —y que le mereció el Oscar de 1939 a la Mejor Actriz de Reparto— o a la esposa de Thomas Moro en Un hombre para la eternidad (A Man for All Seasons, 1966 – Fred Zinnemann).



Finalmente, Anthony Asquith fue un director de cine inglés de amplia producción, particularmente destacable por sus adaptaciones al celuloide de obras literarias clásicas de la literatura británica. Entre ellas, Pymalion es una de las más estimables. Basada fielmente en el texto teatral, la película tiene un irremediable inconveniente vista desde la perspectiva actual: permanecer a la sombra todopoderosa de la versión musical de 1964 dirigida por George Cukor y protagonizada por Rex Harrison y Audrey Hepburn. 
No voy a pedir a quien no haya visionado el film de 1938 y esté dispuesto a hacerlo que haga el esfuerzo de abstracción consistente en ignorar aquella adaptación de Pigmalión en el momento de disfrutar ésta. Es imposible. Tal es el poder de atracción y la influencia que ha dejado en nuestra retina (¡y en nuestros oídos!) la película a la que puso música Frederick Loewe y letra, Alan Jay Lerner, elevándola hasta el paraíso de los cinéfilos.


Las comparaciones no son odiosas. Son inevitables. Llama, entonces, la atención que la puesta en escena de ambas se asemejen mucho (incluida la escenografía, ¡aunque no el vestuario…!), así como la planificación de muchas secuencias y hasta la composición de bastantes planos. Ocurre que hasta la interpretación (incluida la modulación de las voces y los acentos, tan importantes en la película) que llevan a cabo los dos principales protagonistas guardan un cierto aire de familia. 

No saco conclusiones ni insinúo nada, sólo señalo, apunto y cuento. Ahora les queda a ustedes conocer (para quien no la conozca aún) cuál es el precedente europeo de My Fair Lady. Quiero decir, del Pigmalión según George Bernard Shaw…



lunes, 10 de diciembre de 2012

TRADER HORN (1931)



Título: Trader Horn
Año: 1931
Duración: 122 minutos
Nacionalidad: EE UU
Director: W.S. Van Dyke
Guión: Richard Schayer, Dale Van Every, John T. Neville, basado en el libro de Ethelreda Lewis
Música: William Axt
Fotografía: Clyde De Vinna
Reparto: Harry Carey, Edwina Booth, Duncan Renaldo, Mutia Omoolu, Olive Carey
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer

W.S.Van Dyke es uno de los grandes directores clásicos del Hollywood de la era dorada del cine. Incluido en la nómina de la Metro-Goldwyn-Mayer durante gran parte de su carrera profesional, firmó algunos títulos tan emblemáticos e imprescindibles en la historia del séptimo arte como Tarzán de los monos (Tarzan the Ape Man, 1932), El enemigo público número uno (Manhattan Melodrama, 1934), San Francisco (1936), María Antonieta (Marie Antoniette, 1938), así como varios títulos del famosísimo serial sobre The Thin Man, en España más conocido por Ella, él y Asta, interpretados por la célebre pareja cinematográfica Myrna Loy y William Powell.

Van Dyke dirigió en total cerca de cien películas y le cabe el honor (entre los muchos que tiene) de ser el primer realizador en rodar un film no documental en África. Este es el caso de Trader Horn, título que hoy tengo el honor de reseñar en Cinema Genovés. Son muchísimas las bondades fílmicas, numerosos los valores cinematográficos y extra-cinematográficos, incontables las anécdotas que contiene este película. 

Referiré a continuación algunos pormenores de la misma, animando, en cualquier caso, al lector que no la haya visionado todavía a que sin tiempo que perder disfrute de esta obra capital en el género de cine de aventuras, sección «África-safaris-cazadores-exploradores» y además, como en este caso, «división searchers».


Aloysius «Trader» Horn (Harry Carey) es un explorador y comerciante (como su sobrenombre indica) afincado en África desde muchos años atrás de cuando principia la acción en el film. Acompañado del joven Peru (Duncan Renaldo) anda en tratos con una tribu local para hacerse con colmillos de marfil. El trayecto hacia el poblado, por tierra y río, sirve como recorrido turístico por la sabana africana, bajo las explicaciones y los comentarios muy entendidos que Horn transmite a Peru, y así de paso el espectador va entrando en situación. 

En un momento dado, se cruzan con Edith Trent (Olive Carey), esposa de Carey en la vida real, aunque en la ficción sea la viuda de un predicador asesinado por los nativos, quienes no contentos con la fechoría, raptaron a la pequeña hija de ambos de pocos meses de edad. La señora Trent no va en tren, pero sí recorre el continente negro en litera tras la pista de su niña, quien ahora ya será una mujercita. Caballeroso Horn, se ofrece en acompañarla y protegerla con sus armas y su experiencia. La viuda del predicador rehúsa amablemente el ofrecimiento, pues a su parecer los fusiles no sólo no favorecen su misión, sino que la perturbarían.


En una extraordinaria secuencia situada a los pies de una fenomenal cascada, los exploradores —que han decidido seguir discretamente a la audaz señora— la encuentran muerta como consecuencia de un ataque de los nativos. Horn no es Ethan Edwards ni Peru su sobrino mestizo, pero el caso es que ambos deciden continuar la búsqueda de la muchacha, sea quien sea, esté donde esté. Hechos prisioneros por una tribu poco hospitalaria, son llevados a la aldea donde les recibe una rubia muy atractiva, quien es algo así como la diosa del lugar, que grita y da órdenes a diestro y siniestro en la lengua local.




Se trata de Nina Trent (Edwina Booth), de niña a mujer. Los impresionados exploradores blancos le hablan en su idioma nativo (o sea, en inglés), pero a la rubicunda furibunda aquellas palabras le suenan a chino. En consecuencia, ordena a los guerreros que les cuelguen boca abajo en un potro de tortura, no sin echarle antes una mirada de interés al joven Peru (Horn ya ha reparado en ella, también discretamente).



El vestuario (digámoslo así) de Nina fue todo un reclamo para el público de la época, especialmente el masculino; las damas preferían recurrir al Vogue.  Y aun diría que todavía hoy la presencia de la Nina a más de uno puede quitarle el hipo. Lleva la joven un dos piezas rompedor de último grito: la parte inferior, está compuesta por una coquetona faldita de paja; la superior, sería algo parecido a un babero inverosímil salpicado de plumajes. Inútil indumentaria. En la mayoría de las escenas, la joven salvaje muestra sus encantos generosamente y, a menudo, solo la larga cabellera blonda le cubre el cuerpo. Esta Nina diríase la Lady Godiva de la sabana






Comoquiera que la sangre tira mucho, finalmente Nina huye de la tribu con Horn y Peru. Logran llegar a territorio seguro y los jóvenes embarcan hacia casa. La joven, que poco sabe del amor pero se ha encariñado de ambos, duda en el momento de la despedida entre Horn y Peru. Pero… Horn, héroe a fin de cuentas del film, se sacrifica por los jóvenes, les da la bendición y se queda en África, lugar del que ya forma parte.






Película maravillosa. No sólo es un vibrante film de aventuras, que contiene unas notables secuencias propias del género —ataque de animales y nativos, bailes y rituales de pigmeos, masais y demás tribus, incluidos—, sino que además narra una apasionante historia sobre el amor y la amistad; conmovedor el momento en que muere Rencharo (Mutia Omoolu), el fiel guía negro de Horn, atravesado por una flecha ponzoñosa, en brazos de su amo. Un clásico imprescindible.

Sépase que fue tan fenomenal el material rodado en África para montar Trader Horn (film que costó una fortuna a la productora, si bien fue un fabuloso éxito de taquilla), que en el estudio se pensó en producir otros títulos en los que poder utilizar tantos metros de película repletos de escenas y situaciones tan exóticas. Muchos de estas tomas sirvieron de ambientación para la realización de Tarzán de los monos (Tarzan the Ape Man, 1932), película dirigida por el mismo W. S. Van Dyke. Pero esa es otra historia. O mejor dicho, esa es la historia del cine.


Del año 2009 es el documental de 90 minutos Trader Horn: The Journey Back, dirigido por Clyde Lucas y escrito y conducido por Harry Carey Jr., hijo del protagonista del film objeto de homenaje. Ambos actores, senior y junior, como es sabido, fueron miembros estables de la factoría actoral de John Ford


lunes, 3 de diciembre de 2012

BORN RECKLESS (1930)



Título versión española: El intrépido
Año: 1930
Duración: 82 minutos
Nacionalidad: EE UU
Director: John Ford, Andrew Bennison
Guión: Dudley Nichols, a partir de la novela Louis Beretti de Donald Henderson Clarke.
Música: Peter Brunelli, George Lipschultz, Albert Hay Malotte, Jean Talbot
Fotografía: George Schneiderman
Reparto: Edmund Lowe, Catherine Dale Owen, Frank Albertson, Marguerite Churchill, William Harrigan, Lee Tracy, Randolph Scott (no acreditado)
Producción: Fox Film Corporation


Born Reckless (1930) no es un título de la filmografía de John Ford muy citado. Ni reconocido. Y hay razones para ello. En primer lugar, porque se trata de una obra de Ford «a medias», es decir, realizada al alimón con el desconocido Andrew Bennison. Y, en segundo lugar, porque la película, más que menor, es una curiosidad, una cinta que se ve sin más; o por mejor decirlo, para ver y no creer que esté firmada (en parte) por John Ford... No quiero decir con esto que todos los films del director de La diligencia tengan que ser obras maestras. Esperar tal cosa de un cineasta que dirigió cerca de ciento cincuenta películas a lo largo de medio siglo de carrera profesional sería propio de un fanático; o de un friki, como se dice hoy, creo.

Lo extraño —amén de curioso— de este título es que se me antoja un remedo o una burda imitación del cine del gran maestro. Sin duda, muchos son los componentes del film que comparten el aire de familia fordiano: la presencia de actores de la factoría (Ward Bond, Warren Hymer, entre otros habituales), el aire de varonil camaradería en la guerra y en la paz, la centralidad de la familia en la vida de los personajes, la función principal de la música en la concepción de las secuencias, la combinación de situaciones de comedia y de drama, etcétera. Aun así, hay en este film escenas tan mal rodadas, planos tan penosamente construidos, que ni un Ford borracho habría concebido (y cuentan las malas lenguas que el director rodó no pocas veces bajo el etéreo estado etílico).


A mi juicio, el problema primordial de Born Reckless es que recorre tal número de géneros que uno no sabe a qué atenerse. En realidad, la trama se enmarca dentro del modelo gángster, pero el desarrollo del film parece huir constantemente de las constantes del género, acaso porque no sabe desenvolverse en él. Y he aquí el verdadero interés de visionar este film: comprobar cómo en el único título (si no ando errado) en que Ford acomete explícitamente el género gángster, sale peor parado que quien le cae mal a un mafioso

Primera conclusión: Ford no supera con éxito la prueba de este género tan emblemático en el cine de Hollywood (en el que sí brillaron Howard Hawks, Mervyn LeRoy, Josef von Stenberg, William Wellman, W. S. Van Dyke, Raoul Walsh, entre otros). Segunda: entendemos ahora por qué no volvió a intentarlo.  

«Born Reckless, ese no es mi tipo de historia» dicen que dijo Ford preguntado por este hijo putativo… He aquí no sólo un consumado maestro, sino un hombre honesto.


Aun tratándose de una cinta cuyo guión fue escrito por el muy experto y competente Dudley Nichols, la trama tampoco da para mucho. Louis Beretti (Edmund Lowe) es un gángster del tres al cuarto, aficionado a las joyas (ajenas) casi tanto como a los espaguetis y a su familia propia, por algo es italoamericano. Bajo sospecha tras el último atraco consumado, el juez le hace una propuesta muy directa: o a la cárcel o al frente francés. El hampón da un paso al frente y, hala, a la guerra. 

O a lo que sea. Porque apenas vemos secuencias bélicas. La tropa se dedica todo el tiempo a cantar, a tocar la corneta, a jugar al beisbol, a montar bronca en la cantina y a seducir mademoiselles Apuesto mi bigote, a que ésta es, justamente, la sección del film rodada por Ford. Muy breve ella (la secuencia, digo), porque, de pronto, Beretti vuelve a casa: mamma mia!



A continuación, Beretti monta un garito en el downtown y rivaliza con otro matón, Big Shot (Warren Hymer), a cuenta de dinero y a cuento de mujeres. Al final, hay un duelo y tal. Ustedes verán y ustedes descubrirán lo que pasa.


Lo dicho: curiosa película firmada (a medias) por John Ford que demuestra que nadie es perfecto. Ni siquiera Ford. Ay va, lo que he dicho… Que es el director número uno, para mí no hay duda. Pero tampoco titubeo a la hora de afirmar que el territorio gángster le es adverso. Ni siquiera en el thriller destacó, fíjense ustedes que día tan iconoclasta llevo. 

En el año 1935 dirige Pasaporte a la fama (The Whole Town’s Talking), protagonizada por Edward G. Robinson y Jean Arthur al frente del reparto. Un título también próximo a ambas temáticas, o sea, hampa y suspense. Un trabajo que Frank Capra, por ejemplo, hubiese bordado, pero que Ford deja en una obra sin relieve.

Sea como fuere, Ford es Ford. ¡Y viva Ford!



¡Extra! ¡Extra!



En el caso de que alguien no conozca Born Reckless (1930) y tenga interés en buscar la película, adelante con ella. Mas no la confunda con otro film del mismo título, aunque éste sea de 1958. La cinta en cuestión va de rodeos, y añadiré sin ambages que no tengo el gusto de haberla visionado. Sólo he visto el cártel y alguna foto promocional de este producto dirigido por Howard W. Koch y con un reparto sugerente…, encabezado por Mamie Van Doren



No es de Ford, pero tal vez resulte interesante echar un vistazo a este film. O echarle el lazo... Aquí no hay mamma mia, pero sale la Mamie...