Me recordó la anécdota cinematográfica que les traigo esta
semana en Cinema Genovés un caso, no menos real que el aquí referido, el cual
ha sido contado por un amigo, escritor también, en Facebook, recientemente.
Acababa mi amigo de recibir una «oferta» por parte de una especie de editorial,
consistente —aunque yo diría que muy poco sólida— en lo siguiente:
«Encontré su contacto buscando nuevos autores en Internet.
Me gustaría leer una breve biografía suya, el resumen de una obra completa que
quiera publicar y una muestra de la misma, para valorar si encaja en nuestra
línea editorial. Con los autores que tienen pocos o ningún libro publicado en
España trabajamos en coedición, cubriendo la mitad de los gastos de edición. En
este caso trabajamos durante dos años junto con el autor para darle a conocer
en España. Le agradezco de antemano y quedo a la espera de sus noticias.»
El receptor de la misiva, autor de una considerable obra, en cantidad y calidad, respondió
con ironía y un punto de sarcasmo. He aquí el resumen: «Por
supuesto que iríamos a medias en los gastos: ustedes aportan el gasto de dinero
en metálico y yo el gasto de materia gris, trabajo y tiempo indispensables para
escribir un libro.» Y así de paso, añadía, les
enseño a ustedes el oficio de editar, los buenos modales y a saber distinguir
el género con el que se trabaja.
Al estar familiarizado yo mismo, por motivos profesionales,
con el mundo editorial, les aseguro que este caso no es el único. También en el
mundo de la banca pasan cosas parecidas, y aun mucho más serias y onerosas. Acude uno a una entidad bancaria con el
propósito de abrir una cuenta y le preguntan por su solvencia. ¿Qué pasa con la
suya?, debería de contestar el cliente de inmediato.
Pues bien, la anécdota que les anuncié al principio tiene
que ver con estos cuentos, aunque en esta ocasión esté situada en el mundo del
cine, razón por la cual la traigo a Cinema Genovés. No obstante, sépase que con
ella inauguré el 18 de marzo de 2010 mi blog sobre filosofía y literatura, Librepensamientos, todavía activo, un espacio
al que les invito que visiten cuando les apetezca.
La entrada lleva por título «Usted primero». Dice así:
«Biógrafos, gacetilleros y estudiosos de la obra
cinematográfica de Billy Wilder cuentan muchas y muy sabrosas anécdotas sobre
la vida del genial director norteamericano de origen centroeuropeo. Nada
sorprendente, después de todo, tratándose de un personaje de tanto ingenio y
talento. Hay una secuencia vital de Wilder que me conmueve sólo recordarla. Y
desearía traerla aquí y ahora como primera «Hoja Nueva» que brota de este árbol
blogero con una nueva primavera a las puertas.
Billy Wilder es por entonces un cineasta anciano, una
leyenda viva del Séptimo Arte. Su última película —Aquí un amigo (Buddy, Buddy,
1981)—, no ha tenido gran éxito de público ni de crítica. Algunos amigos le
animan a emprender nuevos proyectos. Seguro que bullen en su cabeza estupendas
historias que llevar a la pantalla. Billy merece un colofón magnífico para su
magnífica obra. Como John Ford. Como John Huston.
He escuchado y leído varias versiones de la escena que ahora
reproduzco. No sé si es la mejor o la más próxima a la realidad. No importa.
Así debió de ocurrir.
El viejo director no ignora que Hollywood ya no es lo que era.
¡El creador de El crepúsculo de los
dioses (Sunset Boulevard, 1950)!
Los despachos de producción de los estudios cinematográficos de mediados de los
años 80 están ahora ocupados por jóvenes ejecutivos, más formados en las
finanzas y los hedge funds que en la
historia del cine. Wilder saca del cajón un antiguo guión y lo presenta a uno
de estos nuevos gestores del cine. Le dan cita. Le hacen esperar. Finalmente,
le recibe un prometedor productor, quien, sin duda, no sabe con quién está a
punto de hablar.
— Señor
Wilder, ¿dice usted que desea hacer un film con nosotros?
— Así es.
— Trae el
guión, ¿no es cierto?
— Muy
cierto.
— Pero,
tal vez sería interesante hablar antes del curriculum.
— Usted
primero...»