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viernes, 28 de junio de 2013

CERRADO POR VACACIONES HASTA SEPTIEMBRE


CINEMA GENOVÉS cierra por vacaciones. Vacaciones de verano... En septiembre, volveremos a abrir las puertas, siguiendo la costumbre: los lunes, milagro; empezaremos la semana con una nueva entrada en este blog de cine.

¡Hasta pronto y feliz verano...!

Salucines

lunes, 24 de junio de 2013

OLIVER STONE, EL DOCUMENTO ES EL CUENTO


Érase una vez un guionista aficionado a las películas, a dar el espectáculo y a llamar la atención. Un día claro quiso seguir la senda de Steven Spielberg — quizás también la de David Lean o incluso de Bernardo Bertolucci— , pero al penetrar en la noche oscura, acabó convirtiéndose en un sosias de Michael Moore. Le va el género documental, en general. Pero no tanto con el fin de interpretar el mundo, sino de transformarlo. La historia oficial y los grandes relatos le interesan según lo que cuenten y cómo. En cualquier caso, nuestro hombre en La Habana está siempre a punto para reescribir los hechos, abrir expedientes, reabrir los casos, cerrar contratos, convencido como está de que al final la historia le absolverá.


Oliver Stone practica el film-documento en formato espectáculo o en plan casero, según las ocasiones, dependiendo del tema y personaje a tratar o retratar. Se sirve para ello tanto de un travelling y una grúa como de una steady-cam, siempre con similar soltura, como quien edita sus textos con parejo entusiasmo, sea en las prensas de una gran editorial o en una rudimentaria vietnamita. Sea como fuere, logra con facilidad ser la estrella del show, el centro del mundo, el deus ex machina, el nuevo Prometeo, pero no en el sentido de la tradición occidental judeo-cristiana, sino tirando más a lo oriental, entre el Tao y Mao.


A la vista de los resultados obtenidos en la gran industria o la manufactura, hay que reconocer que no llega al virtuosismo de Leni Riefenstahl. Principalmente, porque posee (o es poseído por) un carácter demasiado nervioso e inconstante, que le lleva a transitar de la elegía y el culto a la personalidad al libelo y al reportaje escandaloso, sin sucesión de continuidad, sin medias tintas. Tampoco puede compararse su trabajo al de Sergei Eisenstein, puesto que las masas le interesan poco, sólo para hacer de extra o figurante en los films de gran presupuesto, nunca hasta el punto de darles protagonismo. Para este excombatiente de la guerra de Vietnam, con síntomas de sufrir estrés postraumático, al que añadir un tropical síndrome de Estocolmo, los verdaderos protagonistas son gente importante, no corriente; gente conocida y relevante, rica y famosa. Como él mismo.

Érase una vez un cineasta con tendencia al género épico que no ha acabado de asimilar la obra completa de William Shakespeare, si bien se le ha quedado grabada una frase que puede servir de bandera —o epitafio— a su filmografía: la vida es una historia contada por un idiota, llena de estruendo y furia, que nada significa. Y así acaba el cuento.



lunes, 17 de junio de 2013

PAUL VERHOEVEN, EROS Y THÁNATOS REUNIDOS


¿Nos tomamos en serio las películas de Paul Verhoeven? Vamos allá. Me temo, en consecuencia, que no podremos dejar de lado la influencia de Eros y Thánatos en la conducta humana. Ni mucho menos dejar de explorar el impacto que tienen ambos conceptos en la filmografía del cineasta oriundo de Ámsterdam (Holanda). La procedencia del personaje, en este caso, salta a la vista, y no puede ignorarse. Cabría incluso hacer ostentación de ella. Así de clara y transparente es la ciudad portuaria holandesa: una urbe abierta en canal, tal que el «Buey desollado» de Rembrandt, dejando al descubierto las tripas y liberando las obsesiones más ocultas, los deseos más reprimidos, los sueños más retorcidos. Fíjese bien la mirada en tela tan flamenca. Medio oculta entre las sombras, entrevemos una figura espectadora, que no quita ojo a la pieza de carne pelada, probable consumidora de un objeto que no tendrá vida, si bien servirá de alimento a los individuos con estómago que llenar y apetito por complacer.

 
Rembrandt, El buey desollado, 1655

¿Quién ha dicho que todo esto no es bello? Es bello y poco sublime, bello y muy siniestro, bello sin velo, verlo para creerlo. No nos referimos aquí, bien es verdad, a una belleza pulcra y límpida, a una preciosidad, a un primor, sino a un tipo de belleza afectada ―o mejor, atacada― de fealdad, y algo de monstruosidad, que produce escalofríos y a veces hasta cierta repugnancia, sólo de contemplarla. Ah, pero es una belleza que fascina e hipnotiza, como la mirada de una serpiente. Así de bruta es la naturaleza muerta.

Pero, ¿no íbamos a tratar del cine de Verhoeven, cineasta venido al mundo en Ámsterdam para dar que hablar? Es dique jamás seco, siempre sediento, ansioso de consumir licores fuertes y abrirse a experiencias excitantes, una garganta profunda sin fondo, un Gargantúa y un Pantagruel reunidos en franca francachela, sin pelos en la lengua. Un fondeadero en el que echar el ancla y adentrarse en territorio caliente, un barrio iluminado con chirriantes luces rojas de neón, donde uno penetra huyendo del frío y la soledad, temiendo la inercia y no los callejones oscuros. Una villa villana, obscena, descarada, desinhibida, entregada a la revista pública y al deseo impúdico, sin reservas. Veo ventanas de las viviendas sin cortinas, a pie de calle, semejando ser escaparates más que vitrinas, escenarios de café teatro y de vida cotidiana en lugar de aposentos, watching room más que living room, salas de exposiciones en vez de salón de estar. ¡Chicas, al salón! Barco a la vista.


Delicias turcas (Paul Verhoeven, 1973)

Tras dejar agotados a los nativos holandeses ―acostumbrados, cierto es, a la carne cruda, los ahumados y los brebajes potentes, sin hacer ascos a los delicatesen, pero todo tiene un límite―, Verhoeven cruza el océano Atlántico buscando hacer las Américas, o sea, hacer las delicias del público estadounidense. Nada tiene de puritano peregrino, como sí lo tenían, y mucho, sus antepasados en el siglo XVII, venidos de menos a más, o en eso se empeñaron aquellos hombres y mujeres vestidos de oscuro. Verhoeven en Hollywood es un holandés en colores y en cinemascope. Atrás quedó la estrechez del presupuesto, el acento local y los films en blanco y negro. Es momento de hacer cintas a lo grande, de transformar a los señores (y a las señoras) de acero en robots policía, en mutantes viajeros, en maquinas de sexo, en ejércitos galácticos.


En el set de rodaje de Robocop (1987)


En el set de rodaje de Desafío total (1990)

Se dirá que en Los Ángeles, espacio soleado que cultiva, como en el Mediterráneo, sabrosas naranjas, todo esto queda un tanto glacial, de una frialdad metálica, gélida, que no frígida. Es, por tanto, cuestión de no cruzarse de brazos y demostrar que el movimiento se demuestra andando, aunque las piernas no sirvan sólo para caminar. El realizador errante logra en América algunos taquillazos, seguidos de algún gatillazo, por lo que pronto comienza a cojear. Para no quedar encerrado en el refrigerador, como un plato precocinado, ni ser incluido en la lista negra, vuelve a Holanda, a la coproducción europea, a probar fortuna de nuevo. O sea, al Eros y al Thánatos, si queremos tomarnos en serio las películas de Paul Verhoeven.



Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992)


lunes, 10 de junio de 2013

HOLLYWOOD... AL DESNUDO


Estas últimas semanas, he estado de tournée, vale decir. O de gira, que no sé cómo suena ahora, si mejor o peor que antes. De promoción, en cualquier caso, del primer volumen de Hollywood revelado; confío en que ya lo tengan y les haya gustado...

Ha habido en este tiempo, presentaciones públicas del libro, también entrevistas en los medios a algunos de los autores, las cuales pueden, escuchar y ver, si así les place, en esta misma entrada. Para más información y detalles, les inviten visiten el blog especialmente consagrado a la evolución de la obra. Aunque el título del post pueda inducir a la idea o sugerirla —aparte de que estemos hablando de interviús...— debo informar que no hay ningún streaptease a la vista, ni parcial ni integral. Ahora bien, si esto sirve de compensación o consuelo, les garantizo que, en nuestros encuentros y contactos, sí desvelamos bastantes interioridades del volumen. Ya sé que no es lo mismo, pero, sea como fuere, creo que interesará a los aficionados al cine.

Que ustedes lo disfruten. 

— Entrevista a Fernando R. Genovés y a Kike Tenreiro en el programa O sombreiro de Merlín (Radio Obradoiro), 25 de mayo de 2013.


— Entrevista de Juan Laborda a Fernando R. Genovés para el diario Periodista Digital y la revista Culturamas, 3 de junio de 2013.




lunes, 3 de junio de 2013

DIRECTORES ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO


Aunque no necesariamente festiva, esta semana es marcadamente feriada Quiero decir con esto que la Feria del Libro en Madrid tiene, por lo que a mí respecta, un marcado interés, hasta el punto de condicionar la agenda que tengo por delante. En la antigua casa de las Fieras estaré, en la caseta 72 de la Feria de este año me encontraréis, firmando ejemplares de mis dos últimos libros, Marco Aurelio. Una vida contenida (Evohé, 2012) y Hollywood revelado. Diez directores brillando en la penumbra (Ártica, 2012). Anda, venga, venid a vedme…

Los amigos que siguen mis blogs, incluido éste, ya están informados del propósito y sentido de los mismos. No insistiré sobre ellos. Al menos, en esta ocasión.

Mis libros publicados me pertenecen tanto como al lector, lo cual no quiere decir, entre otras cosas, que esté dispuesto a compartir con él los beneficios generados por la venta de los mismos… No es que tenga a mis libros ya editados por agua pasada ni cosa del pasado, con la connotación de abandono y olvido que tales expresiones comportan. De hecho, como buen padre de mis vástagos literarios, cuido de su destino y crecimiento, los llevo a pasear y a la Feria, los muestro a los demás con orgullo; eso sí, no les doy de comer, pero ellos a mí tampoco... Al estar en manos del lector —o, al menos, eso me gustaría creer—, «mis libros» ya forman parte tanto de su vida como de la mía.


Hablemos, entonces, de los libros por venir, de mis proyectos, de mis planes en literatura cinematográfica. Vayamos por partes, para no cansar al personal ni cargar demasiado las tintas con demasiados propósitos, porque haberlos, haylos. Me referiré sólo a uno de ellos.

Suelo empezar un libro, o un artículo, por el principio, como tiene que ser; es decir, por el título. A veces lo cambio a medida que avanza la cosa o está a punto de enviarse a la imprenta, pero rara vez ocurre. Por lo general, si acierto en el titulo, tengo buena parte del trabajo ya hecho. De modo semejante, más de un director de cine ha afirmado que con un buen guión y la elección idónea del reparto, ya tiene prácticamente hecha una película.


Hay una circunstancia en la historia del cine que me tiene bastante perplejo, asombrándome sobremanera y sin fácil explicación. Me refiero al extraño caso de cineastas que, por motivos que se me antoja esclarecer, son capaces de realizar, a lo largo de su carrera, varias obras maestras, al tiempo que, con mayor o menor margen de tiempo respecto a éstas, perpetran bodrios de aquí te espero. A esta clase de realizadores los sitúo entre el cielo y el infierno cinematográficos.

Pongamos que hablo, entre otros, de Howard Hawks, de John Huston, de Franklin J. Schaffner,  de Roman Polanski, de Martin Scorsese, de Woody Allen, de Tim Burton, de Terry Gilliam, de David Lynch, de Ridley Scott, de Clint Eastwood... No voy a dar ahora más pistas ni más nombres. Con esta nómina representativa de tres generaciones de la cinematografía, creo que puede uno hacerse una idea cabal de lo que está en marcha. No señalo aquí a directores de sumo talento que lo desaprovechan, a mi juicio, en causas y trabajos, por lo ordinario, inanes y superficiales; por ejemplo, Steven Spielberg o Quentin Tarantino. Tampoco a casos de cineastas singulares o excéntricos. Apunto a directores de primera categoría que alternan obras sublimes con productos brutos, y no una sola vez —eso sería una excepción, comprensible y excusable: nadie es perfecto…— sino de manera reiterada, reincidente. ¿Cómo es esto posible? ¿Dónde está la explicación a hecho tan fenomenal?


Howard Hawks, cineasta pionero en Hollywood, firma a lo largo de su extensa carrera títulos dorados como Scarface (1932), Sólo los ángeles tienen alas (1939), El sargento York (1941), Tener y no tener (1944), Río Rojo (1948), Río Bravo (1959). Pero también películas con «tan mala pata» como La fiera de mi niña (1938), Luna nueva (1940), Nace una canción (1948), La novia era él (1949), Me siento rejuvenecer (1952), ¡Hatari! (1962), Su juego favorito (1964)… Repárese en la segunda secuencia: indico films en clave de comedia. Ni añadiré más por el momento…


John Huston, director representativo de la segunda generación de cineastas clásicos, firma, para empezar, joyitas cinematográficas del calibre de El halcón maltés (1941), El tesoro de Sierra Madre (1948), Cayo Largo (1948), La jungla de asfalto (1950), La reina de África (1951), Los que no perdonan (1960), Vidas rebeldes (1961), La noche de la iguana (1964), Reflejos en un ojo dorado (1967), Fat City (1972), El hombre que pudo reinar (1975), El honor de los Prizzi (1985), Dublineses (1987)…Uno se queda sin aliento tras enumerar semejante encadenado de materpieces. Pero, de pronto le da un ataque de hipo al comprobar que comparten filmografía junto a producciones como Una encuesta llamada milagro (1948; co-director), La burla del diablo (1953), La raíces del cielo (1958), Casino Royale (1967; co-director), Paseo por el amor y la muerte (1969), La carta del Kremlin (1970), El juez de la horca (1972), Phobia (1980), Annie (1982), Bajo el volcán (1984). Leyendo la autobiografía de Huston, A libro abierto, podemos encontrar alguna clave reveladora que aclare semejante desequilibrio. Sucede que el cine no era, para Huston, la pasión de su vida…


Y ¿qué me dicen de Ridley Scott? Hace, como si nada, Los duelistas (1977), Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982), Black Hawk derribado (2001). Consuma, mientras tanto, como si cualquier cosa, Legend (1985), La sombra del testigo (1987), 1492: La conquista del paraíso (1992), Tormenta blanca (1996), La teniente O'Neil (1997), El reino de los cielos (2005), Robin Hood (2010) y, en fin, no me hagan ustedes hurgar más en la herida. Ridley Scott: ¿un genio chiflado?, ¿un impostor?, ¿una caradura?, ¿un ángel caído?

Pues, ya me dirán ustedes… Entre el cielo y el infierno, yo sí estoy en el limbo...