Me refiero a tres estrellas, por lo demás espléndidas y muy queridas por mí: Deborah Kerr en El Rey y yo (1956, Walter Lang), Natalie Wood en West Side Story (1961, Robert Wise) y Audrey Hepburn en My Fair Lady (1964, George Cukor), por citar sólo tres casos conocidos para todo buen aficionado al cine. En las citadas películas, ay, ellas cuentan pero no cantan…
Quien canta, y cómo canta, es Marni Nixon. Nacida
Margaret McEathron en Altadena, California, Marni no es una ladrona de nombres,
sino que, en todo caso, es a ella a quien han hurtado la nombradía y la…
resonancia de la auténtica identidad. Extraordinaria
soprano, empezó a cantar en coros y pronto brilló en la ópera, actividad
que no abandonó incluso después de ser descubierta por Hollywood como cantante de doblaje, que esto sí es dopaje…
El asunto no es nuevo, sino bastante corriente, por
no decir recurrente; incluso habitual en
los musicales adaptados a la gran pantalla. Suele ocurrir en esas ocasiones que
el equipo a cargo de la producción cinematográfica de una comedia musical
decida cambiar al actor o la actriz que protagonizaba la versión teatral
original de la pieza por otros. ¿Por qué? Por diversas razones, que ahora no me
detendré en pormenorizar en sus términos generales.
Cuando, pongamos por caso, la
actriz elegida (normalmente
sucede con las actrices más que con los colegas varones) para la versión cinematográfica del musical, no sabe cantar —o no
canta muy bien, o no da el do de pecho aunque sí da la nota—, simplemente, es doblada por quien sí sabe.
El brillo del titular en cartel y cartelera se lo llevan quienes vemos en la
pantalla, pero la verdad del caso queda detrás, velada, ignorada, oculta.
En el propio escenario teatral es difícil dar el
cambiazo, aunque lo hemos visto hacer ¡en una famosa película! Nada menos que
en Cantando
bajo la lluvia (1952, Stanley Donen y Gene Kelly). ¿Recuerdan la escena
en que Debbie Reynols suplanta, tras la cortina, a Jean Hagen, cantando… Singin' in the Rain?
Pues bien, no acaba ahí la cosa. Comoquiera que en
la fábrica de los sueños realidad y ficción se intercambian, parece ser que, después de todo, fue Jean
Hagen quién doblaba a Debbie Reynolds. De ser cierta la siguiente confesión
puesta en boca de la magnífica actriz que interpreta en el film a la repipi
Lina Lamont:
«Hoy tengo que acudir al rodaje de otro episodio de
Starsky y Hutch. Tengo 53 años y no creo que pueda actuar mucho más, mi cáncer
de garganta sigue avanzando. Una lágrima se pasea lentamente por mis cansados
ojos, ni fuerzas para llorar me quedan. He participado en películas
maravillosas por las que nadie me recuerda. Repaso mi álbum de fotos y me veo
espléndida protagonizando La jungla de asfalto, todos recuerdan la película,
nadie se acuerda de mí.
Y si se me recuerda es por mi papel de Lina Lamont, una actriz estúpida y con voz estridente que con la aparición del cine sonoro debe ser doblada para poder cantar en pantalla. Se supone que es Debbie Reynolds quien me dobla cuando intento cantar, y es mi voz la que se oye cuando ella canta. Cine dentro del cine, engaño dentro del engaño. Mi nombre es Jean Hagen, doblo cantando a la persona que en la pantalla me dobla a mí y nadie lo sabe, ¿no es para llorar?»
Y si se me recuerda es por mi papel de Lina Lamont, una actriz estúpida y con voz estridente que con la aparición del cine sonoro debe ser doblada para poder cantar en pantalla. Se supone que es Debbie Reynolds quien me dobla cuando intento cantar, y es mi voz la que se oye cuando ella canta. Cine dentro del cine, engaño dentro del engaño. Mi nombre es Jean Hagen, doblo cantando a la persona que en la pantalla me dobla a mí y nadie lo sabe, ¿no es para llorar?»
Dicho lo cual, no olvidemos a Marni Nixon. Porque,
¿no lo he dicho ya...? ¿No es justo recordar y homenajear, como se merecen, a
quienes de verdad llevan la voz cantante?