Páginas

lunes, 24 de febrero de 2014

HER (2013)


Título original: Her
Año: 2013
Duración: 126 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Spike Jonze
Guión: Spike Jonze
Música: Arcade Fire, Owen Pallett
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Reparto: Joaquin Phoenix, Amy Adams, Rooney Mara, Scarlett Johansson, Olivia Wilde, Chris Pratt, Sam Jaeger, Portia Doubleday, Katherine Boecher, Alia Janine, Matt Letscher
Producción: Sony Pictures Worldwide Acquisitions (SPWA) / Annapurna Pictures

Los seguidores y visitantes habituales de Cinema Genovés están al corriente de que en este espacio apenas reparamos en los estrenos y las películas de últimas hornadas. Más que nada porque tendría poco que escribir acerca de ellos y ellas, por lo poco que me sugieren o dicen, por lo general. Lo cual no quiere decir que no visione algunos de estos films, los que llaman mi atención por algún motivo o por simple curiosidad de saber qué hay de nuevo, viejo…

¿Blue Jasmine (2013)? Más de lo mismo, por un Woody Allen, onanista artístico y megalómano, que desde hace un par de décadas se ha dedicado a vivir del cuento. Me apetecía ver a mi adorada Cate Blanchett. Pero, Allen, desde que ya no tiene edad para hacer de protagonista del film que dirige, indica al actor o actriz correspondiente que haga de Woody Allen

¿El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013)? Martin Scorsese, otro que tal. Otro que ya debería pensar en jubilarse dignamente, caramba. Más de lo mismo, pero más pasado de rosca que nunca. Ya ni siquiera es capaz de repetirse y hacer otro Goodfellas (Uno de los nuestros, 1990) o Casino (1995).

¿La estafa americana (2013)? O cómo copiar penosamente al propio Scorsese. Lo mejor de la película, los escotes de las actrices. Y no se me escandalice nadie, que ya somos mayorcitos…


¿Ven ustedes lo que hay? Y eso que acabo de mencionar aquellas películas que logré llegar hasta el final, dejando al margen, por cortesía, las que abandoné a medio o aquellas que el reseñarlas me obligaría a ser todavía más sincero que en las breves referencias anteriores. Así que no me hagan ustedes hablar…

A propósito del film Her (2013) haré una excepción, porque la película vale la pena. No sé mucho sobre el director y guionista de la cinta, Spike Jonze, aunque probablemente, por esta señal de sumar ambas tareas, sea un pretendiente más a la categoría de «autor». Grave error y no sólo suyo, sino de la mayor parte de los descendientes de la Politique d’Auteur. Digo esto porque el mayor interés de Her reside en la historia y trama que se nos cuenta, y no tanto en cómo se hace. Con un inconfundible aire de telefilm, abusa de los primeros planos, enfatiza cuando se impone la sugerencia o la sutileza, le sobran quince o veinte minutos de metraje innecesario, demasiados diálogos y divagaciones, cuando el cine es, sobre todo —y, a mi juicio, debe seguir siéndolo sin negarse a sí mismo— imagen.

Primer acierto de la historia: concebir un relato de ciencia-ficción, pero a corto plazo, vale decir. O dicho de otro modo: dado el asunto central en curso, recrea un panorama urbano en el que personajes y situaciones son verosímiles y hasta reconocibles. En un tiempo próximo por venir, Theodore (Joaquin Phoenix, muy convincente) trabaja en una empresa redactando cartas (preferentemente, de amor) para clientes que solicitan dicho servicio. Más que escribir, dicta al ordenador de viva voz el contenido de las misivas, las cuales quedan registradas en el disco duro y posteriormente impresas para ser escaneadas; algo un tanto insólito (todo sea dicho), cuando con la tecnología de ahora tal proceso resulta superfluo. Separado de su mujer, vive solo en un apartamento, donde se entretiene con juegos virtuales y holografías, a veces diríase que sadomasoquistas. Apenas trata con los demás, excepto con una pareja de colegas de trabajo, relación que también se quebrará y ayudará a facilitar (sin más contemplaciones) el final del film.

Theodore adquiere un sistema operativo de Inteligencia Artificial para ordenar su vida. Basta colocarse un pequeño auricular para contactar con la máquina y hablar con ella (Her); al programar el sistema elige una voz femenina (Scarlett Johansson, muy sensual). Ella lleva la agenda del protagonista, el correo electrónico y le hace sugerencias de todo tipo, y hablan, a menudo, hablar por hablar. La relación electrónica pronto afecta al plano emocional, por ambas partes. La maquina se humaniza al tiempo que el humano maquiniza su comportamiento en un proceso de dependencia obsesiva. Muy lograda la secuencia en la que Her («ella») le propone hacer el amor con una doble material; él rechaza la copia porque no es verdaderamente ella.


La obsesión lleva a la desesperación de Theodore (muy buena también la correspondiente secuencia) en el momento de actualizar el programa, ese artificio de eternidad que no significa sino la evocación del agotamiento y la finitud de las cosas. ¿Qué ha ocurrido entre ella y él? Llámalo amor o ensoñación, afecto o adhesión, cariño o dependencia. Sea como fuere, nada hay más romántico que el amor imposible. La vida y nada más…

Como suele ocurrir frecuentemente, la economía de medios resulta beneficiosa para una narración. En cuanto al vestuario del film, es suficiente con un diseño de pantalones de cintura alta que no precisan de cinturón para llevarnos a un escenario de futuro; frente a lo gris de la vida exterior, el protagonista suele llevar prendas de vivos colores, rojo pasión, sugerente modo de hacer el retrato de un personaje fogoso y agitado, con sangre en las venas.



Por lo que respecta a la ambientación, una inteligente combinación de decoración minimalista y de escenarios naturales en Shanghái y Los Angeles sirven para ponernos en situación. Y, en fin, la música, asimismo, minimalista y repetitiva, crea una magnífica atmósfera en esta interesante historia de soledades, presentes continuos y futuros imperfectos que ya empiezan a ser familiares a nuestros oídos… y a nuestros ojos.



lunes, 17 de febrero de 2014

MAMÁ A LA FUERZA (1939)


Título original: Bachelor Mother
Año: 1939
Duración: 81 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Garson Kanin
Guión: Norman Krasna, a partir de una historia de Felix Jackson
Música: Roy Webb
Fotografía: Robert De Grasse (B&W)
Reparto: Ginger Rogers, David Niven, Charles Coburn, Frank Albertson, E.E. Clive, Elbert Coplen Jr.
Producción: RKO Radio Pictures


Garson Kanin, polifacético personaje del mundo del espectáculo, trabajó en muchos y muy variados oficios, relacionados principalmente con la comedia y el musical, tanto en el teatro y el cine como en la televisión. En su condición de escritor, firmó el guión de títulos tan célebres como La costilla de Adán (1949) y La rubia fenómeno (1953), junto a su primera mujer Ruth Gordon, actriz además de escritora, inolvidable en el papel de «vecina bruja» en La semilla del diablo (Rosemary's Baby, 1968. Roman Polansky). Kanin ejerció, asimismo, de novelista y autor de obras teatrales, una de las cuales sirvió de base argumental para escribir el guión cinematográfico de Nacida ayer (1950). No crea el lector, por lo dicho hasta ahora, que sólo colaboró en films de George Cukor. A Kanin debemos también, entre otros muchos trabajos, el guión de Perdidos en la gran ciudad (1960), cinta realizada por Robert Mulligan.

Por si fuese poco esta contribución (apenas aquí resumida) al Séptimo Arte, es, justamente, por su calidad de director que reservamos este semana el espacio de Cinema Genovés al trabajo de Garson Kanin. Aunque no dejó una extensa filmografía, contó a menudo con grandes medios y conocidas estrellas para dirigir películas, como ya ha sido dicho, comedias, muy en particular. La crítica suele mencionar, a propósito de Kanin director, un título concreto, Mi mujer favorita (1940), con Irene Dunne, Cary Grant y Randolph Scott, comedieta a mi juicio poco memorable, cuyo principal aliciente está en el morbo que produce ver trabajar juntos a, ejem, la pareja masculina, con algunos guiños del guión a situaciones reconocibles en la vida real, si bien adaptadas al guión.
 
David Niven, Garson Kanin y Ginger Rogers en el rodaje de Bachelor Mother
Mi película favorita de las que dirigió Kanin es, sin duda, Mamá a la fuerza (Bachelor Mother, 1939). El sentido del humor, como las pantuflas de andar por casa, es asunto muy —pero que muy— personal. Pero, a esta cinta, cuyos papeles principales están interpretados por Ginger Rogers, David Niven y Charles Coburn, le tengo un aprecio muy especial. Inteligente e ingeniosa comedia, en muchos aspectos, nos trae a la memoria los excelentes trabajos de Mitchell Leisen en este género cinematográfico. La misma trama del film remite directamente a un asunto recurrente en el cine del director de Medianoche, dirigida, mira por dónde, el mismo año, 1939, milagroso año para la historia del cine: el contraste y la diferencia de clases sociales y de estatus social en el desarrollo de las situaciones personales y sentimentales.

Polly Parrish (Ginger Rogers), trabaja temporalmente en unos grandes almacenes de Nueva York. Es la campaña de Navidad. Mientras atiende a los clientes en la sección de juguetes, mostrando las evoluciones de un pequeño Pato Donald mecánico que se mueve solo y hace «cua cua» (el guión sabe sacar, oportunamente, partido a este «personaje» en distintas secuencias posteriores), recibe el aviso de que su contrato de trabajo expira una vez hayan terminado las fiestas navideñas.


Al salir de la tienda, observa cómo una mujer deposita un bebe a la puertas de un orfanato. Polly le reprende la actitud, a lo que ésta responde que ella no es la madre y desaparece. Compadeciéndose del niño, decide cogerlo en brazos —no vaya a caerse por las escaleras—  e informar a la administración del centro de acogida sobre lo sucedido. Tras el informe, en el cual ha dado sus datos personales, Polly se presta a abandonar el establecimiento. Oiga, joven, no quiere replantearse el caso y quedarse con el niño. Escuche, amigo, acaban de despedirme de los almacenes Merlin y además yo no soy su madre. Claro, claro, todas dicen lo mismo… El enredo tan sólo ha comenzado.


El gerente del orfanato se presenta en la dirección de los almacenes a fin de convencerles de que readmitan a la muchacha dada su situación desesperada. Casualmente, se encuentra en el despacho David Merlin (David Niven), hijo del jefe, con fama de play boy. Hace llamar a Polly y al verla, le propone recuperar el empleo a cambio de hacerse cargo del chaval. La primera reacción de la joven es hacerles ver que todo ha sido un error y que ella no es, cuántas veces tiene que decirlo, la madre de la criatura. Pero, finalmente, ante la perspectiva de verse en la calle y el niño bajo techo, decide aceptar el trato y ser «mamá a la fuerza».

David visita asiduamente a Polly, más que nada para saber cómo va todo... La invita a salir e intiman. En un momento dado, el padre de David y dueño de los almacenes (Charles Coburn), al tanto de dicha relación, con bebe incluido, llega a la conclusión de que el calavera de su hijo es el padre del infante. En el fondo, no se lo toma a mal, porque siempre ha deseado ser abuelo.


El film, muy recomendable, es conducido con buen ritmo (algo esencial en la comedia), está repleto de situaciones hilarantes, de embrollos y malentendidos, y muy bien escrito por el reputado Norman Krasna. El reparto cumple a la perfección con su cometido. La música de Roy Webb anima el cotarro general. Y en el montaje, Robert Wise completa la faena. Una película a ver y a disfrutar…

David Niven, Ginger Rogers y Frank Albertson



lunes, 10 de febrero de 2014

JUSTICIA CORSA (1941)


Título original: The Corsican Brothers
Año: 1941
Duración: 111 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Gregory Ratoff
Guión: George Bruce y Howard Estabrook, basado en la novela de Alejandro Dumas
Música: Dimitri Tiomkin
Fotografía: Harry Stradling Sr.
Reparto: Douglas Fairbanks Jr., Ruth Warrick, Akim Tamiroff, J. Carrol Naish, H.B. Warner, John Emery, Henry Wilcoxon, Gloria Holden, Walter Kingsford, Nana Bryant, Pedro de Cordoba
Producción: Edward Small Productions

A la vista y disfrute de un film como Justicia corsa (1941), viene más a cuento que nunca proferir esta expresión tan exultante como nostálgica, pero de ninguna manera melancólica: «ya no se hacen películas como ésta…». Emblemática producción de serie B del viejo Hollywood, contiene los principales elementos que hicieron del cine a lo largo del siglo XX el gran entretenimiento de masas, que, por lo general, con gran profesionalidad e ingenio, hizo de millones de personas, entre las que me incluyo, entusiastas admiradores de un arte que aúna en la pantalla aventura y fantasía, emoción y ensoñación.

Manufacturada por una pequeña productora, dirigida por un director apenas renombrado y con un reparto de estrellas de segunda galaxia, Justicia corsa  es, con todo, vibrante y cautivadora, sólida y en ocasiones hasta brillante.


El realizador del film, Gregory Ratoff no es individuo desconocido en la historia del cine. Nacido en Rusia y exiliado como consecuencia de la Revolución bolchevique, dio sus primeros pasos en el mundo del espectáculo en París, primer destino de su condición de refugiado. Posteriormente, se traslada a Hollywood donde inicia una notable carrera como actor de reparto (a menudo, mal denominado «secundario»). Todo buen aficionado al cine reconocerá sin dificultad algunas de las interpretaciones más célebres de este Ratoff de complexión robusta y aspecto algo tosco, cual Wallace Beery o Victor McLaglen. Pongamos que hablo de No soy ningún ángel (1933, Wesley Ruggles), Bajo dos banderas (1936, Frank Lloyd), El séptimo cielo (1937, Henry King), Eva al desnudo (1950, Joseph L. Mankiewicz).

No muchos, sin embargo, están al tanto de su faceta de director, labor en la que dejó bastantes trabajos a recordar y apreciar, realizados tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido. Trabajó a menudo con compatriotas suyos (el actor Akim Tamiroff, por ejemplo) y aunque no pertenecía a la élite de la dirección, contó a menudo con grandes estrellas y en ocasiones también con técnicos y profesionales de primera categoría, como Dimitri Tiomkin, extraordinario músico que firma precisamente la banda sonora de Justicia corsa. Ratoff dirigió, asimismo, en 1944, Song of Russia, característico producto de propaganda pro-soviética producida durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos y la URSS eran aliados contra las fuerzas del Eje. Abandonó el rodaje a mitad de la producción, siendo sustituido en la dirección por el húngaro Lászlo Benedek. Tras este experiencia de «compromiso», ni Ratoff ni Benedek permanecieron, como sí ocurrió con Lewis Milestone (director ruso-americano, lo mismo que el primero), incansablemente «en la trinchera».

De hecho, Ratoff frecuentó como director el género musical y de aventuras, y supo armonizar con gran habilidad el drama y la comedia; verbigracia: Los cuatro hijos de Adán, estrenada en 1941, el mismo año que Justicia corsa. Ese año todavía tuvo tiempo y empeño para dar a conocer otro trabajo tras la cámara: Los hombres que la amaron, con Loretta Young y Conrad Veidt, al frente del reparto. La última película que hizo, en Inglaterra, es un apreciable biopic sobre las venturas y desventuras del autor de El retrato de Dorian GrayOscar Wilde (1960)—, papel interpretado muy convincentemente por Robert Morley.


El argumento de la Justicia corsa está basado en la novela Los hermanos corsos de Alejandro Dumas, donde no faltan algunas constantes en las obras del escritor francés: el doble del personaje (en esta ocasión, hermanos gemelos) que genera múltiples enredos y promueve aventuras y travesuras; el honor mancillado; la malicia del villano y la venganza del héroe; la lealtad y la amistad; el lance amoroso; el sacrificio, etcétera.

En la isla de Córcega, emulando las costumbres sicilianas, dos familias poderosas —los Branchi y los Colonna— pugnan entre sí por motivos de poder, pero sobre todo de honor. En la mansión de los Branchi acaba de producirse el nacimiento de gemelos siameses. Tras el parto, el conde de Branchi, padre de las criaturas, ordena al médico que los separe por medio de una delicada intervención quirúrgica. La operación resulta exitosa. Mientras tanto, los Colonna atacan la casa Branchi y la incendian. Dan por muertos a todos sus miembros, pero el doctor y uno de los más fieles siervos logran huir con los herederos de la familia. Los hermanos separados en cuerpo son a continuación alejados geográficamente para no ser reconocidos por sus enemigos. Uno queda en la isla ejerciendo de bandolero, el otro marcha a París, donde se convierte en un dandi. Llegada la mayoría de edad, el médico que les asistió reúne a ambos hermanos, quienes desconocían la existencia del otro, en Córcega junto a la tumba de sus padres para contarles la trágica historia de su familia. Ambos deciden vengarse de los Colonna.


Douglas Fairbanks Jr., actor a quien no se ha reconocido como se merece su trabajo cinematográfico, interpreta con genio y figura a los dos hermanos, los cuales llegan a enfrentarse tras enamorarse ambos de la misma mujer (Ruth Warrich).


Film de pasiones y lances, de capa y espada, de intrigas y persecuciones, de doble juego y dobles parejas, romántico y exaltado. Una película muy entretenida para los amantes del cine de aventuras. ¿Hay algún aficionado al cine que no lo sea…?




lunes, 3 de febrero de 2014

TENNESSEE'S PARTNER (1955)


Título versión española: El jugador
Año: 1955
Duración: 87 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Allan Dwan
Guión: C. Graham Baker, D.D. Beauchamp, Allan Dwan, Milton Krims, Teddi Sherman, basado en una historia de Bret Harte.
Música: Louis Forbes
Fotografía: John Alton
Reparto: John Payne, Ronald Reagan, Rhonda Fleming, Coleen Gray, Anthony Caruso, Morris Ankrum
Producción: RKO / Benedict Bogeaus Production


Hoy apenas hay memoria de Allan Dwan, y lo que todavía es más serio: pocos aficionados al cine tienen la costumbre de visionar (o revisionar) las muchas películas que realizó. Dwan no es un clásico más pasado al olvido. Téngase presente que estamos hablando de un auténtico precursor del cinematógrafo, comparable en relevancia histórica y artística a D. W. Griffith y a Cecil B. DeMille, entre otros «padres fundadores» del Séptimo Arte. Peter Bodganovich lo denominó «el último pionero», y en el volumen de entrevistas que publicó bajo dicho título sobre el cineasta nacido en Canadá, asegura que no hay otra carrera cinematográfica comparable a la de Dwan. Un par de datos como muestra: a lo largo de cincuenta años de profesión, Allan Dwan dirigió al menos cuatrocientos films, muchos más si contamos los que además produjo, escribió y supervisó personalmente.

Pero, a propósito de Dwan, no cabe hablar sólo de cantidad, sino también de calidad. Durante el periodo silente, realiza auténticos clásicos de la historia del cine. Especialmente, fructífera fue la asociación artística que tuvo con Douglas FairbanksRobín de los bosques (1922), La máscara de hierro (1929)— y con Gloria SwansonZaza (1923), A Society Scandal (1924), Juguete de placer (1924)—, entre otras estrellas del viejo Hollywood (Lillian Gish, Marion Davies, etcétera). El tránsito al cine sonoro no sólo lo experimentó con plena naturalidad, hasta el punto de mantenerse en activo hasta 1961, año en que filma su último film Most Dangerous Man Alive, cuando contaba setenta y seis años. Muere en Los Ángeles en 1981.

De la formidable filmografía de Dwan quisiera destacar esta semana en Cinema Genovés un título en particular —Tennessee's Partner (1955)—, correspondiente a una de las etapas profesionales del director, en el periodo de cine hablado, más meritorias — la asociación con el productor Benedict Bogeaus, extendida a lo largo de diez magníficos títulos— y con la pareja protagonista formada por John Payne y Rhonda Fleming, cuya reunión funcionó tan bien en la pantalla.

Dwan siempre mostró una especial predilección por esta cinta, titulada en España, con escasa imaginación, El jugador. La trama es sencilla, aunque contiene casi todos los elementos característicos en el trabajo del cineasta, muy en concreto en el género del western: la amistad y la camaradería, el esfuerzo por llevar la civilización al territorio hostil y salvaje, el dudoso pasado del protagonista que suele mezclarse con estigmas añadidos por la muchedumbre y que él personalmente debe poner en claro, etcétera.

Tenessee (John Payne) es un jugador profesional que, tras haber sido invitado a abandonar varios Estados de la nación por su fama de fullero y pistolero, se ha establecido en otra ciudad fronteriza que vive la fiebre del oro. Mantiene una relación profesional y sentimental con Elizabeth «Duchess» Farnham (Rhonda Fleming), la dueña de un establecimiento muy singular, a saber, una escuela para señoritas casaderas, a quienes la «Madame» enseña modales, a vestirse (no a lo contrario), etiqueta y a relacionarse con los caballeros (hacer que aprecien, por ejemplo, el caviar y el champaña, y no sólo el filete de vaca y el whisky), aunque sin pasarse… Ojo al dato: el papel de una de las jóvenes pupilas de la casa está interpretado por Angie Dickinson (veinte añitos), sin acreditar.





Celebración de cumpleaños de John Payne en el rodaje del film. De izquierda a derecha, Rhonda Fleming,
Allan Dwan y Angie Dickinson
Tennessee gana casi todas las manos en la mesa de póquer, lo cual le granjea no pocos enemigos y no sólo entre granjeros desplumados. Uno de arruinados por la pericia con las cartas de Tennessee urde una emboscada para vengarse del tahúr. Quien tiene malas cartas tiene también malas artes y ataca a traición a Tenessee. Justo en ese momento, un forastero acude en ayuda de éste y liquida al atacante. Gracias, amigo, cuál es tu nombre. Mis amigos me llaman «Cowpoke» (Ronald Reagan). ¿Por qué has intervenido? Porque no puedo permitir que se mate a nadie por la espalda.

Vaquero simple aunque noble, «Cowpoke» se ha citado en el pueblo con su prometida para casarse. La pretendiente resulta ser una vieja amante de Tennessee con quien es más que probable tuvo tratos en locales de un tono distinto de los que presume la Duquesa. El tahúr idea un plan para despachar a la truhana, quien le ha confesado que piensa abandonar al enamorado «Cowpoke» una vez le deje sin blanca. Ciego e ignorante, descompuesto y sin novia, el vaquero cree que su antiguo amigo se ha fugado con el amor de su vida. El malentendido se aclara, finalmente, aunque tras una refriega a tiros, «Cowpoke» recibe un disparo por la espalda cuando pretende cubrir a Tennessee.


Ni siquiera sabía su nombre, dice Tennessee a la Duquesa, mientras abandonan la ciudad en busca de su propio destino. 

Película interesante y más que recomendable.