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lunes, 10 de marzo de 2014

LIBERTAD (1929)


Título original: Liberty
Año: 1929
Duración: 20 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Leo McCarey
Guión: Leo McCarey, H.M. Walker
Fotografía: George Stevens
Reparto: Stan Laurel, Oliver Hardy, Tom Kennedy, Sam Lufkin, James Finlayson, Jack Hill, Harry Bernard, Jean Harlow
Productora: Hal Roach Studios / Metro-Goldwyn-Mayer



Si tengo que seleccionar el título más meritorio de la extensa y rica filmografía de Stan Laurel y Oliver Hardy (El Gordo y el Flaco), he aquí mi opción: Liberty, un cortometraje sencillamente genial. En la dirección, Leo McCarey. Operador y director de fotografía, George Stevens. Sólo en los primeros momentos del cine fue posible reunir en una misma producción cinematográfica tanta categoría y celebridad, libertad creativa y pasión artística. Comedias tan divertidas, hilarantes y descacharrantes como Liberty (1929), haberlas, haylas.  Es verdad. Sea como fuere, esta semana traemos a Cinema Genovés una pequeña obra maestra, una diversión asegurada, que ningún buen aficionado al cine debería perderse. Y por si fuera poco lo señalado hasta ahora, la cinta cuenta con una de las primeras intervenciones fílmicas de Jean Harlow, interpretando un breve papel, antes de convertirse en rubia platino y en superestrella de Hollywood.

Leo McCarey, uno de los grandes del cinematógrafo, mostró una extraordinaria capacidad para la comedia a lo largo de su carrera. Además del título que nos ocupa, dirigió, entre más de cien trabajos, Torero a la fuerza (The Kid from Spain, 1932), Sopa de ganso (Duck Soup, 1933) y Milky Way (1936), tal vez las cintas más emblemáticas de Eddie Cantor, los Hermanos Marx y Harold Lloyd, respectivamente. Como puede comprobarse, refiero nombres y cintas de primera categoría, palabras mayores… Aunque, en este caso, debamos fijar nuestra atención en un memorable film mudo.

Para hacer posible la buena comedia, además de (buen) sentido del humor, hay que tener la facultad de saber reírse de uno mismo. La cinematografía americana y la italiana son los modelos de este principio llevados a su máxima expresión y perfección práctica. He aquí una grandeza cinematográfica sin complejos. Reparemos en el arranque de Liberty. Un breve prólogo, en el que son ensalzados los valores de la libertad en la historia de EE UU por medio de intertítulos, ilustrados con imágenes de tropas norteamericanas y presidentes de la nación: Washington y Lincoln, nada menos.


Primera secuencia. Como muestra palpable de que la libertad, en efecto, es el primer valor estadounidense, vemos a dos presidiarios, interpretados por Oliver y Hardy, fugados de la cárcel, que corren por una carretera huyendo de los guardias… Unos compinches les esperan a pocos metros en un coche donde les han preparado ropa civil con la que sustituir la delatadora vestimenta a rayas. Un coche de la policía les pisan los talones, de modo que el cambio de ropa se hace precipitadamente.


Una vez en la ciudad, bajan del coche y advierten los ya ex­-presidiarios que han intercambiado los sombreros de bombín. Se trata sólo de la primera bomba cómica, un error, en cualquier caso, fácil de remediar. La segunda es percatarse de que uno lleva los pantalones del otro y viceversa; lo que al Gordo le aprieta, al Flaco le viene grande. Es preciso poner las cosas en su lugar, pero ¿dónde, estando en el centro de la urbe con gente por todas partes? Buscando el amparo de una esquina o un callejón intentan varias veces hacer el cambio, operación que produce situaciones muy comprometidas e inciertas, que invitan al equívoco: ver a dos adultos con los pantalones a media pierna… 


Intentan infructuosamente realizar su objetivo en el interior de un taxi. Al salir del coche, ajustándose las calzas, todavía de tallas desajustadas, una pareja (la muchacha es interpretada por Jean Harlow) los observa con estupefacción, echando un atento y receloso vistazo en la cabina del vehículo antes de introducirse en él.


Ocultándose tras una pila de cajas de mariscos, un cangrejo muy vivaracho se cuela accidentalmente en el interior de la anchurosa prenda que porta Stan, sin éste reparar en el detalle. Lo que sí percibe entre sorpresa y  picazón son los pellizcos que le propina periódicamente el crustáceo. Oliver, ignorando la causa de los saltitos acompasados y compulsivos de Stan, le reprende que llame la atención de esa manera. Amigos míos, hay que verlo para creerlo…


Huyendo nuevamente de la policía que los toma por pervertidos o, como mínimo, gamberros, uno de ellos saltarín, llegan al solar donde está construyéndose un rascacielos. Deciden subirse a un andamio, el más alto de la obra, donde encontrar un poco de privacidad. Allí, finalmente, logran intercambiarse los pantalones, incluido el cangrejo que pasa a hacerse un nuevo hogar entre el calzón y las carnes de Oliver, a quien le toca ahora sufrir las caricias del animal. A continuación, viene lo más difícil: lograr deslizarse por las vigas del edificio en construcción, superar el vértigo y bajar a tierra. En este punto, los paralelismos con el humor aéreo y acróbata de Harold Lloyd son notorios, aun contando con las divertidas torpezas de la pareja de cómicos más famosa de la historia del cine.


Última escena. Cuando logran por fin llegar al montacargas, un policía les espera bajo, a pie de obra. El elevador, que también desciende, lo hace tan raudo que pilla al agente en la base del mismo, quedando éste aplastado. Stan y Oliver, con el campo abierto, escapan presurosos hacia la libertad. Una vez elevado de nuevo el montacargas, un enano interpretando al policía que le calló parte del mundo encima, refunfuña, patalea y maldice su mala suerte, y que se les hayan escapado los dos piezas.

Pero, ¿qué es esto de contar las películas? Esta no hay que perdérsela, caramba…


2 comentarios:

  1. Esta sí que se pierde en la noche de los tiempos amigo Fernando y que no recuerdo haber visto.
    Y no, no debes contarla, mejor verla.¡Menuda pareja! La risa asegurada.

    Salucines

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    Respuestas
    1. Cierto, Abril, se le caen a uno los pantalones de tanto reír con esta peli...

      Salucines

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