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lunes, 31 de marzo de 2014

SÓLO LOS AMANTES SOBREVIVEN (2013)


Título original: Only Lovers Left Alive
Año: 2013
Duración: 123 minutos
Nacionalidad: Reino Unido
Director: Jim Jarmusch
Guión: Jim Jarmusch
Música: SQÜRL
Fotografía: Yorick Le Saux
Reparto: Tilda Swinton, Tom Hiddleston, Mia Wasikowska, John Hurt, Anton Yelchin, Slimane Dazi, Jeffrey Wright
Producción: Recorded Picture Company / Pandora Films / Faliro House Productions

Es, justamente, porque aprecio y admiro, en su conjunto, la obra cinematográfica de Jim Jarmusch que me siento impelido a mostrar, aquí y ahora, públicamente, mi desagrado y decepción por el último film realizado, Sólo los amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013). Si, visto lo visto, simplemente sintiera desaprobación por esta cinta absurda, mascullaría el lamento a solas, o, a lo más, lo transmitiría en privado a las personas allegadas a mí. Más que nada para prevenirles. Pero, el caso tiene antecedentes…

Desde que soporté con resignación la mema película consumada previamente por Jarmusch, Los límites del control (The Limits of Control, 2009), me he dedicado a repasar periódicamente algunas de sus películas anteriores (con sumo agrado, por cierto), más que a estar expectante en lo que podía estar tramando. Pero, esto, amigos míos, ya no es otro desliz, un nuevo y consecutivo traspié. Tampoco un simple paso atrás, tras haber dirigido, hace casi diez años, la muy atractiva película Flores rotas (Broken Flowers, 2005). Esto ya es reincidencia y contumacia, obstinación e insistencia en la desfachatez. Esto roza la majadería hecha con nocturnidad y alevosía: película de vampiros con ansia de ambrosía.


Dicen que los films sobre vampirismo han vuelto a ponerse de moda. No sé, yo salgo poco de noche y no sigo la moda de ningún modo. También se cuenta que gustan mucho al público las cintas sobre zombies: a éstos los veo a diario en el metro y por la calle, de manera que no tengo mucho interés por la versión cinematográfica del asunto.

Pues bien, Jarmusch ha tenido que buscar financiación en el Reino Unido para perpetrar este producto mostrenco, porque en EE UU (que son muy egoístas) ya no tiene quien le produzca. El europeo es esnob con vocación y el inglés, especialmente inclinado al dandismo. Precisamente, las disposiciones que necesitaba Jarmusch para poder facturar la última entrega de su ¿definitivamente? torcida filmografía.

En la primera mitad del siglo XX, docenas de cineastas europeos (y con ellos, actores y técnicos) buscaban refugio y trabajo en Hollywood, favoreciendo así en gran medida la materialización y el esplendor del periodo dorado del cine americano. Posteriormente, el Séptimo Arte tuvo su particular Little Big Horn y ha sido vencido por los cineastas apaches (en acepción francesa) y las nuevas olas, por no decir «tsunamis deconstruccionistas». Hoy, cuando el cine ya hace tiempo que no es lo que era, puede volver a darse el fenómeno inverso; ya acontecido a partir de los años cincuenta, coincidiendo con la Guerra Fría y el desmantelamiento de los estudios en Hollywood. Y ahora con la Crisis… Woody Allen sería uno de los adalides o símbolos de dicha tendencia transoceánica inversa contemporánea.

Sea como fuere, resulta lamentable presenciar —y penoso tener que certificar— la decadencia de cineastas que uno ha estimado y tenido por la última esperanza de resurrección del viejo arte total del siglo XX. Vana esperanza. Pongamos que hablo de los citados (¿«finados», cinematográficamente?) Allen y Jarmusch, pero también de Martin Scorsese, los hermanos Coen, David Lynch, Tim Burton

Pero, oiga, ¿de qué va la película de marras? Difícil saberlo. Adam (Tom Hiddleston) y Eve (Tilda Swinton) son dos vampiros que sobreviven como pueden. A pesar de los nombres, ninguno reside en el Paraíso, sino él en Detroit (alegoría actual de la crisis urbana y social en EE UU) y ella en Tánger (supongo que porque le gusta y ya está). Más bien, diríase que están en el limbo, aburridísimos, colmados de eternidad



La primera secuencia los muestra, por medio de sendos planos cenitales, recostados cada uno en sus respectivos aposentos, mirando al infinito. Desde lo alto —el cénit no es el Cielo—, parece que un dios —o mejor, el genio maligno— les observa, mientras un disco de vinilo (¡qué antiguo!) gira y gira (como il mondo) ilustrando ese eterno retorno que es el vivir sin morir y muero porque no muero.


Adam es músico new age, no por profesión, sino porque es un artista de larga carrera. Eva va de aquí para allá (se pone el velo musulmán para salir a la calle), visitando de cuando en cuando a lo que queda de Christopher Marlowe (John Hurt), no el detective privado ni tampoco el novelista Paul Bowles, sino el autor que escribió lo que dicen que William Shakespeare escribió; en tal caso, el vampiro debería ser éste y aquél, el vampirizado. Pero, estas criaturas de la noche son muy peculiares.

De pronto, Eve llama desde su iPhone a Adam y le anuncia su visita. Tras siglos de relación, le echa de menos. También los vampiros tienen corazón y sangre en las venas. Quien llega sin avisar al apartamento-museo de Adam es Ava (Mia Wasikowska), no la Gardner, sino la hermana de Eve, aunque la muy vamp devora a los hombres como la célebre actriz. Aquello se convierte en un piso de estudiantes con asignaturas pendientes. Oveja negra de la familia monster, Ava trastorna la existencia tranquila, refinada y exquisita de estos vampiros de diseño.
Acostumbrados a una vida eterna sosegada y calmosa, Adam y Eve viajan en clase preferente, van a discotecas de último grito, compran con dinero en efectivo en bancos de sangre el fluido vital que beben en petacas de plata o copas de cristal fino, danzan con garbo y duermen enroscados. 




También hablan. O mejor disertan sobre las calamidades de il mondo que gira y gira; lo dicho, son vampiros de buen corazón y con nobles sentimientos, al menos mientras dispongan de barra libre para echarse un trago de néctar color borgoña. Pero, film-denuncia al cabo, lamentan que el plasma  tampoco es como el de antaño, añada del XIX. Ahora está contaminado hasta en las clínicas; de hecho, Marlowe fallece (pero, ¿no era inmortal, o sea, no mortal?) por beber sangre ponzoñosa que debía haber dejado correr. Y de la calidad del agua, para qué hablar. Adónde vamos a ir a parar, se pregunta Adam desde la presunta eternidad... En consecuencia, se ven obligados a sustraer lo que antes compraban. Y no digo más.

Tras el visionado del último film dirigido por Jarmusch, a algunos antiguos amantes de su filmografía les costará sobrevivir a tamaña experiencia, siendo reducidos  al estatuto de zombies. Al menos así lo siente quien esto suscribe. Aunque tampoco es cuestión de hacerse mala sangre…



6 comentarios:

  1. Pero ¿ esto es en serio..? Es que no lo parece según lo cuentas, parece una broma, una burla de tanta peli y serie infumable de muertos vivientes o vampiros sedientos..¡un horror vamos!
    Tranquilo que yo no paso por taquilla.

    Salucines

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    1. Muy en serio, Abril. Eso es lo malo del caso, que no estamos hablando de 'El baile de los vampiros'... Además de que confirma la debacle de un director, Jarmusch, que tiene unos títulos muy interesantes y al que cabe exigirle "lo que se debe". En fin...

      Salucines

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  2. Ufff! Jarmusch es, para mí, un director de los más irregular. Imagino, por lo que cuentas, que en este caso ha vuelto a caer...

    Salucines

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    1. A mi juicio, amigo DeWitt, Jarmusch ha hecho unas películas más que interesantes. La última, 'Broken Flowers' (2005). Sobre todo, a la vista del panorama contemporáneo...

      Algunos de sus films son, para mí, casi míticos: Down by Law (1986), Night on Earth (1991), Dead Man (1995), Ghost Dog: The Way of the Samurai (1999). Y de pronto...

      Salucines

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  3. ... Y es que los vampiros, desde que se han hecho alumnos de los institutos de secundaria y otras lindezas similares, ya no son lo que fueron. Se ha traicionado el verdadero espíritu del mito, sus rasgos característicos, su seductora, en origen, historia literaria... El cine, al igual que los libros, que todo pueden volverlo maravilloso, también todo pueden convertirlo en un espantoso ridículo. ¡¡A Drácula no le mataron el Dr. Van Helsing y los amigos de Jonathan Harker y Mina Murray, sino los autores del cine y la literatura de estas dos o tres últimas décadas!!
    Respecto a Jarmusch, acaso se le pueda dar una nueva oportunidad, por si quiere y sabe aprovecharla.

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    1. Gracias, Capayespada, por tu amable comentario y bienvenido a Cinema Genovés.

      Pues, no puedo estar más de acuerdo con tu análisis de neo-vampirismo que nos invade en las pantallas. Por lo demás, sí, cierto, le daremos otra oportunidad al bueno de Jarmusch. Aunque ya estamos prevenidos...

      Salucines

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