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lunes, 7 de abril de 2014

CABALGATA (1933)

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Título original: Cavalcade
Año: 1933
Duración: 110 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Frank Lloyd
Guión: Reginald Berkeley y Sonya Levien, basada en la obra teatral de Noël Coward
Música: Louis de Francisco
Fotografía: Ernest Palmer
Reparto: Clive Brook, Diana Wynyard, Herbert Mundin, Frank Lawton, Ursula Jeans, Margaret Lindsay, Una O'Connor, Billy Bevan, Bonita Granville
Producción: Fox Film

Cabalgata (Cavalcade), film dirigido por Frank Lloyd en el año 1933, es un fresco histórico del primer tercio del siglo XX en el Reino Unido, filmado con todo el sabor y el candor del mejor cine clásico, en el que la épica y la lírica logran ajustarse con gran maestría. Concebida, y publicitada, como el «Retrato de la generación» que vivió en aquellos tiempos, el film puede, asimismo, entenderse como la historia de dos familias, los Marryot (Clive Brook y Diana Wybyard), de clase acomodada, y los Bridges (Herbert Mundin y Una O’Connor), miembros del servicio doméstico en la residencia de los Marryot en Londres. Cada una de ellas con sus propias venturas y desventuras a cuestas, comparten, no obstante, la suerte y el destino de una misma nación, Gran Bretaña, e idéntica época



El film recibió tres premios de la Academia de Hollywood en la edición de 1934: Oscar a la Mejor Película, al Mejor Director (Frank Lloyd) y a la Mejor Dirección Artística (William S. Darling).


Franklin Hansen, Will Rogers y Frank Lloyd en la ceremonia de los Oscar, año 1934


En la mansión de los Marryot todo está dispuesto para recibir un nuevo año, 1900, y a la vez una naciente centuria, el siglo XX. Tras preparar los sirvientes el ponche para el brindis correspondiente y llevarlo al salón, los dueños de la casa expresan su deseo de beber todos juntos a la vista de fecha tan señalada. No se celebra la llegada de un nuevo siglo todos los días… Es más, el señor Marryot decide despertar a sus dos hijos pequeños para que se unan al festejo. La ocasión lo merece porque es preciso estar unidos ante la perspectiva de un futuro que no saben lo que les deparará



El espectador pronto lo sabrá: la declaración de la segunda guerra contra los Boers en Sudáfrica (a la que marchan —primera cabalgada— patrón y criado); la muerte de la reina Victoria (vestidos de luto, presencian desde el balcón de la casa el paso fúnebre); el hundimiento del Titanic (donde mueren el hijo mayor de los Marryot y su joven esposa, en viaje de novios); la I Guerra Mundial (en la que causa baja el hijo menor); y el círculo se cierra en el año 1933, fecha no menos inquietante: el Reichtag otorga plenos poderes a Adolf Hitler, y llega a su culminación la hambruna y la represión en la URSS, en la que murieron siete millones de personas (cinco millones de ellas en la República Soviética de Ucrania…). Los jinetes del nacionalismo y el totalitarismo cabalgan y recorren Europa.
Sin adoptar explícitamente la forma de un lastimero melodrama y sin servirse del socorrido sentimentalismo con el que aderezar la trama en marcha, la cabalgata conducida por Lloyd no tiene, a pesar de todo, el tono trágico de las Walkirias ni el sórdido galopar de los Jinetes del Apocalipsis. Los acontecimientos históricos, la marcha de la Historia, sirven aquí de telón de fondo para relatar la vida cotidiana de unos personajes que, pase lo que pase, intentan seguir adelante y, sobre todo, unidos, recordando a los muertos y ocupándose de los vivos. Con todo, es innegable que la trama básica concebida por Noël Coward no oculta un fondo, si no amargo, sí, desde luego, bastante pesimista. Así queda expresado en la letra de una de las canciones que escuchamos en el film, Twentieth Century Blues, escrita por el mismo Coward.


El hecho de que el film adquiera en muchos de sus momentos la apariencia de musical (pueden contarse a lo largo del metraje más de diez números musicales) proporciona justamente ese sentido y aire mundano que permiten compensar la dureza del drama, y facilita que el espectador esté más pendiente de las vicisitudes y la inmanencia de los personajes que no de los sucesos que tienen lugar o de los mensajes trascendentes.

Cabalgata es una obra de un valor, histórico y artístico, no suficientemente reconocido, que, conservando todavía el poderío estético y emocional característico del cine mudo, se adapta de manera límpida y elegante a las nuevas posibilidades expresivas del cine hablado (banda sonora empleada con un sentido narrativo y no sólo ilustrativo, los mismos números musicales), si bien siempre al servicio de la imagen, esencia del cine. 

No por casualidad su director, Frank Lloyd (1886-1960) pertenece a la generación de los cineastas pioneros, quien, junto a sus colegas de  quinta, aprendió el oficio cinematográfico a medida que iba inventándose. Un ejemplo perfecto de la gran maestría que demostró a la hora de transitar desde un periodo a otro, ha quedado acreditado por un hecho singular: Lloyd es el único cineasta que ha sido nominado al Oscar al Mejor Director en 1929 por su trabajo en tres films estrenados ese mismo año: el film mudo (The Divine Lady), el part-talkie (Weary River) y el hablado (Drag).

Nacido en Escocia, Frank Lloyd lleva a cabo en Cabalgata la recreación de treinta y tres años de la vida en el Reino Unido, pero que, merced a la preeminencia humana en la trama y la inteligencia narrativa del cineasta, adquiere un significado universal. No priman en la cinta el énfasis, la afectación ni la prosopopeya, sino la sutileza y el ingenio en el empleo de las elipsis, la insinuación y la ironía.

La celebración del Año Nuevo 1900 es resuelta en una sola secuencia, el bullicio de la fiesta queda a cargo de la banda sonora y Lloyd concentra su atención en el diálogo de los personajes en el salón de la casa de los Marryot. 

No hay una sola imagen expresa del funeral —una cabalgata más— de la reina Victoria; el plano queda fijado en el balcón de la mansión desde donde contemplan la ceremonia. Tampoco se recurre a escenas bélicas en Sudáfrica o el «Continente»; sólo vemos desfiles y paradas militares; cabalgadas, a fin de cuentas. La victoria en la Gran Guerra es recogida y resuelta fílmicamente por medio de una neta y eficaz escena callejera.

El viaje de bodas del hijo mayor de los Marryot transcurre en la cubierta del barco en el que los recién casados hablan del presente y el futuro, la vida y la muerte; la novia afirma no tener miedo a morir, que es feliz ahora, como y donde está. Lloyd rueda la secuencia en un plano medio de los actores, y cuando éstos salen de escena vemos detrás de ellos un flotador colgado de la barandilla, y que hasta ese momento sólo veíamos desde la parte exterior, con un nombre escrito en él: Titanic,



Alfred Bridges, junto a su familia, ha dejado el servicio en la mansión de los Marryot con el propósito de regentar un pub, donde él bebe más líquido que sirve a sus clientes. Durante un festejo callejero, muere atropellado por un carruaje. No se nos muestra el accidente. Por las voces de los transeúntes sabemos lo ocurrido. Mientras tanto, la gente del barrio ajena al suceso canta y baila en la vía pública. La secuencia se cierra con un travelling de la jarana circundante, deteniéndose en la hija del infortunado Bridges, bailando alegremente sin conocer lo que acaba de suceder a pocos metros de donde ella se encuentra.


Cabalgata (1933): un clásico de la cinematografía que ningún buen aficionado al cine debería perderse. 





2 comentarios:

  1. Me llama muchisimo la atención la letra de esa canción tan desgarradora tan de "protesta" en una ocasión aparentemente frívola, es que no pega mucho con el estilismo de la cantante tan sofisticada..esas plumas..
    Una historia bien narrada y con mucho que contar por lo que veo. Arqueologia amigo Genovés, auténtica arqueología.
    Salucines

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    1. Es justamente, Abril, ese contraste entre drama y cotidianidad, tragedia y comedia musical, lo que da a este film un carácter especial, en una combinación plenamente lograda.

      Estamos, en efecto, ante un clásico de primera.

      Salucines

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