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lunes, 17 de noviembre de 2014

NOCTURNO (1946)


Título original: Nocturne
Año: 1946
Duración: 87 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Edwin L. Marin
Guión: Jonathan Latimer y Joan Harrison (no acreditada) a partir de una obra de Rowland Brown y Frank Fenton.
Música: Leigh Harline
Fotografía: Harry J. Wild
Reparto: George Raft, Lynn Bari, Virginia Huston, Joseph Pevney, Myrna Dell, Edward Ashley, Walter Sande, Mabel Paige, Bern Hoffman, Queenie Smith, Mack Gray
Producción: RKO Radio Pictures


Pocas, muy pocas, páginas tienen reservadas las enciclopedias, las historias y los libros de cine al director norteamericano Edwin L. Marin (1899–1951). A no muchos aficionados al cine les suena su nombre, y menos aún frecuentan sus películas. No obstante, se trata de un cineasta cuyo trabajo merece ser conocido. Perteneciente a la generación de realizadores pioneros en Hollywood, Marin se incorpora desde muy joven a los estudios. Con veinte años ya es ayudante de dirección, y en 1932 rueda su primer film, El beso de muerte, una muy original, entretenida y curiosa intriga (el actor Bela Lugosi, para variar, hace de “bueno”) a partir de la investigación de un asesinato durante la filmación de una película en el mismo set de rodaje donde se rueda el film (cine dentro del cine). Desde ese momento, el cineasta nacido en New Jersey hace su labor con regularidad, pero asimismo con variedad, tanto en lo que se refiere a estudios cinematográficos como a los géneros tratados, hasta llegar la completar una filmografía con más de cincuenta títulos.

Esta última circunstancia —la variedad— no obsta para que, al mismo tiempo, el nombre de Marin esté asociado a determinados actores y actrices. Hace ocho títulos, la mayor parte, westerns, con Randolph Scott; seis films con el actor Reginald Owen, entre ellos una adaptación cinematográfica de la novela Estudio en escarlata de Arthur Conan Doyle, en la que encarna a un peculiar —por no decir inverosímil— Sherlock Holmes; otras seis cintas con George Raft; y, en fin, cuatro films del serial —con diez entregas en total— basado en un popular personaje de ficción, la showgirl Maisie Ravier, interpretada por la actriz Ann Sothern.


Tan lejos de la caracterización del director convencional y rutinario como del innovador epatante, Marin es un cineasta inquieto y dinámico, que sabe sacar el mejor partido del trabajo en los estudios, sean grandes, medianos o pequeños, y de la colaboración con otros participantes en la producción de películas: guionistas, director musical y de fotografía, etcétera. Dicha particularidad resulta especialmente perceptible en Nocturno (Nocturne, 1946). 

En este sorprendente y muy atractivo film, Marin dirige una “orquesta” de competentes profesionales en la narración de una trama criminal muy bien hilvanada y mejor escrita por
Jonathan Latimer y Joan Harrison (sin acreditar), amenizada por un motivo musical —titulado justamente Nocturne—, compuesto por Leigh Harline, que va punteando el devenir de la historia y marcando algunos momentos de especial suspense y/o relevancia en el desarrollo de la misma.



El arranque de la película ya pone al espectador en guardia y con la mirada fija en la pantalla. Tras los títulos de crédito que discurren sobre una panorámica nocturna de Los Angeles, un largo travelling aéreo aterriza en el salón de la mansión en que reside el compositor Keith Vincent (Edward Ashley). Sentado frente al piano, da los últimos retoques a la pieza que está componiendo, Nocturno. Mientras tanto, hace saber a mujer que le acompaña en la estancia (sentada en un sillón, el rostro en la penumbra) que la relación que mantenían hasta ese instante ha terminado.

Vincent es un conquistador. Una de las paredes de la sala exhibe, cual trofeos, las fotografías de sus amantes, algunas de las cuales las presenta él mismo, introduciendo variaciones musicales al piano según las características de cada una:Esa era medio española. Me siguió por toda Sudamérica. Esto lo compuse para ella”. Poniendo, pues, música a su recado, pretende dejar claro a la última amante, allí presente, que ella sólo es una más y que todo ha acabado. Y tanto que ha acabado, sobre todo para el propio Vincent. De pronto, recibe un disparo en la cabeza. La mujer misteriosa y despechada desaparece, quedando el salón en silencio.



Efectivos de la policía se han visibles en el lugar de los hechos, entre ellos el detective Joe Warne (George Raft). La escena del crimen ha quedado compuesta (manipulada, en realidad) de modo que la muerte de Vincent parezca un suicidio. Dictamen que corrobora el oficial al mando de la investigación. No obstante, Warne tiene sus dudas al respecto, y solicita permiso para quedarse en la casa una vez el equipo policial da por completadas las primeras pesquisas del caso. 


Reparando en la partitura del tema Nocturno, que descansa sobre el atril del piano, advierte que lleva una dedicatoria escrita a mano: A Dolores. Guarda la partitura en el bolsillo y comienza la investigación que se torna cada vez más intrincada. Para empezar, debe localizar a la Dolores en cuestión, primera sospechosa. Mas, sucede que el finado denominada “Dolores” a todas sus incontables amantes…


Este dato lo han confirmado los miembros del servicio en la casa de Vincent, entre ellos una rubia y atractiva muchacha, durante el interrogatorio:

- ¿Cómo te llamas?
- Susan Flanders (Myrna Dell). Trabajo aquí.
- ¿De qué?
- De criada.
- ¿Has oído algún ruido inusual? ¿Algún disparo?
- Nada de lo que oiga aquí es inusual. Estaba durmiendo con tapones.
- ¿Tapones? ¿Por qué?
- No soporto su música. Es repulsiva. Además, estaba dormida.
- ¿A las 10?
- Siempre me acuesto a las 9.
- ¿Puedes demostrarlo?
- Resulta que duermo sola.
- Ven (Mostrando el cadáver a la criada)
- ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Romper a llorar?

He aquí una pequeña muestra de lo que espera al espectador que siga la indagación policial de Warne: intriga y emoción sazonadas por unos diálogos ingeniosos y muy agudos. El detective va tras los pasos (y las piernas) de una sospechosa muy particular, Frances Ransom (Lynn Bari), presentada al espectador en un virtuoso ejercicio de estilo por parte de Marin. Tras visitar al fotógrafo que firma las piezas ganadas en el singular museo de Vincent, Warne pide una copia fotográfica de Frances. Vemos la imagen de la muchacha, formándose en la cubeta de líquido para el positivado de fotos y, a continuación, fundiéndose con Frances misma emergiendo de una piscina.



En una secuencia posterior, Warne interroga a la profesora de baile a quien le cuesta tomarlo por oficial de policía. He aquí otra perla de diálogo:

- ¿Por qué dice que yo no soy detective?
- No sea tonto. ¿Desde cuándo los detectives se quitan el sombrero?

Al detective Warne le atrae mucho Frances, cosas que pasan de tanto seguirla, al tiempo que ésta se muestre misteriosa recelosa y esquiva. Solitario y maduro solterón, el detective vive con su madre, quien te proporcionará algunas pistas decisivas para la resolución del caso. En un momento concreto, le pide consejo:

- ¿Qué dirías si me casara con una asesina?
- No me importaría, mientras sea buena chica…


Deleites y amenidades de este género podrá disfrutar el espectador —también cameos de actores y actrices muy conocidos en aquellos años: Bernard Hoffman, Queenie Smith, Mack Gray; y más guiños cinéfilos de cine dentro del cine... — que se acerque a este thriller de la RKO, soberbio, inteligente, teñido por un barniz de ensueño, casi diríase de fantasmagoría.




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