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lunes, 8 de junio de 2015

SER O NO SER (1942). COMEDIA, TIEMPO Y OPORTUNIDAD

En plena Segunda Guerra Mundial, enardecido el feroz Holocausto que tenía lugar en decenas de campo de exterminio, Ernst Lubitsch filma una hilarante comedia sobre el nazismo, titulada Ser o no ser (To Be Or Not To Be, 1942). Hoy sigue entusiasmando y divirtiendo a todo buen aficionado al cine. La mayoría de críticos e historiadores de cine la consideran, por lo demás, una de las cumbres de la producción cinematográfica, ya de por sí soberbia, del director berlinés. Con todo, la película fue recibida en el momento de su estreno con división de opiniones, y no pocas críticas, más que nada por motivos extra-cinematográficos, por razones de oportunidad.  

Todo aquel que conocía a Lubitsch sabía de su sorna y socarronería, era testigo de ella y a veces, también, víctima. Tampoco ignoraban que era un judío que despreciaba abiertamente a los nazis, así como toda forma de totalitarismo. Un personaje libre de toda sospecha, pues. ¿Pecó, no obstante, de inoportunidad, de precipitación al acometer en ese preciso momento tan doloroso asunto? ¿Quedó aquí probada o en evidencia  la legendaria elegancia del humor lubitschiano?


 Día del pre-estreno del film. Momento en que el oficial alemán Ehrhardt, «campo de concentración» (Sig Rumann), manifiesta el juicio que le merece la producción teatral de Joseph Tura (Jack Benny) que da título al film: «Nosotros estamos haciendo con Polonia lo que él ha hecho con Shakespeare». La sala de cine quedó enmudecida. Corría el año 1942. El diario The New York Times publicó una reseña de Ser o no ser que incluye este comentario: «Casi podría pensarse que Mr. Lubitsch ha adoptado la actitud de hacer reír caiga quien caiga».


Relata el biógrafo del cineasta, Scott Eyman, que tras la proyección, Lubitsch, el productor de la película y algunos amigos, entre los que estaba Billy Wilder, se reunieron en un club nocturno de Sunset Boulevard en Los Angeles (California) para «hacer la autopsia» de la preview. Sólo Vivian, la esposa por entonces de Lubitsch, se atreve a decir con franqueza lo que pensaba sobre el asunto: la desafortunada frase en cuestión debía ser eliminada. El resto de los presentes estuvo de acuerdo con Vivian. A Lubitsch le temblaba el puro en la boca, pero no dio su brazo a torcer. La película seguiría adelante, sin enmienda alguna, tal como estaba:

«Me pareció —afirmó más tarde— que la única manera de que la gente oyera hablar de los sufrimientos de Polonia era hacer una comedia. El público sentiría compasión y admiración por las personas que todavía eran capaces de reír en medio de la tragedia». (Scott Eyman, Ernst Lubitsch: risas en el paraíso, traducción de Marta Heras, Plot, Madrid, 1999, págs. 290 y 291).

Charles Chaplin era de la misma opinión de Lubitsch, si bien cada cual con su particular sentido del humor y su propia manera de hacer películas. De hecho, dos años antes, el cineasta inglés había realizado El gran dictador (The Great Dictator, 1940), donde el cómico no sólo parodia a Adolf Hitler y sus hazañas, sino que haciéndose pasar por él (¿poniéndose en su lugar?) lanza el discurso final, un elogio de la democracia, el cual, por lo que a mí respecta, sigo juzgándolo tosco y ampuloso; grotesco, en el peor sentido de este término. ¿Inoportuno, también?


Poco después de finalizar el rodaje de Ser o no ser, teniendo en perspectiva el estreno mundial de la película, Carole Lombard, protagonista femenino del film (y esposa, a la sazón, de Clark Gable), fallece, junto a su madre, la tripulación y el resto del pasaje, en un accidente de aviación. La consternación entre el equipo de rodaje es mayúscula. Sin embargo, la vida debe seguir y el espectáculo, continuar. The show must go on Aunque no sea del mismo modo, como si nada hubiese pasado. 


Pero, otro fragmento del guión vuelve a encender las alarmas. En determinada secuencia de la película, Maria Tura, personaje que interpreta Lombard, como procurando tranquilizarse a sí misma cuando su amante, piloto de aviación británico interpretado por el actor Robert Stack, parte para una misión, pregunta ingenuamente: «¿Qué puede pasar en un avión?». Palabras fatídicas, inoportunas, sin duda, a la vista de la tragedia acontecida poco después. Nueva reunión en la cumbre, el equipo directivo responsable de Ser o no ser delibera. En esta ocasión, sin muchas dudas, controversias ni dilaciones, la línea desdichada del diálogo es suprimida del montaje final; en esta ocasión, sin oposición del director.

Scott Eymann, en la biografía citada relata los hechos con estas palabras: «La muerte de Lombard hizo necesario realizar un pequeño trabajo de reedición en Ser o no ser para ocultar la supresión de una frase especialmente desafortunada: “¿Qué puede pasar en un avión?” Esto añadió otros 35.000 dólares al presupuesto. El coste total de Ser o no ser subió a 1.022.000 dólares». (op. cit., pág. 288). La frase infeliz, incorporada posteriormente al montaje del film, puede escucharse en las ediciones que circulan y se proyectan en la actualidad. 

¿Será la comedia, acaso como ningún otro género artístico, materia de tiempo y de oportunidad?

Fragmento incluido en el libro Cine, espectáculo y 11-S (Amazon-Kindle, 2012) 


3 comentarios:

  1. Una reseña excelenta para una película que se merece todas las alabanzas. No conocia la anécdota de la frase pero se entiende que en ese momento la suprimieran. y ¡qué cierto es que sólo con el humor se pueden abordar ciertos temas!.

    Salucines, Fernándo

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  2. Gracias por el comentario, querida amiga. Lamento haberlo puesto tarde. Estaba traspapelado entre el correo...

    Cinema sin Abril, parece como vacío...

    Salucines

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  3. Gracias por el comentario, querida amiga. Lamento haberlo puesto tarde. Estaba traspapelado entre el correo...

    Cinema sin Abril, parece como vacío...

    Salucines

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