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lunes, 14 de septiembre de 2015

GORRIONES (1926)

Título original: Sparrows
Año: 1926
Duración: 84 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: William Beaudine
Guión: Winifred Dunn, George Marion Jr., C. Gardner Sullivan
Música:  Jeffrey Silverman, dirigida por Hugh Munro Neely en la Rouse Philharmonic. (versión restaurada 2012)
Película muda
Fotografía: Hal Mohr, Charles Rosher, Karl Struss
Reparto: Mary Pickford, Roy Stewart, Mary Louise Miller, Gustav von Seyffertitz, Charlotte Mineau, Spec O'Donnell
Producción: Pickford Corporation


Muy meritoria y loable empresa la que están llevando a cabo varias compañías como The Criterion Collection o Milestone Films, empleadas a fondo en la tarea de restauración y relanzamiento comercial de títulos clásicos del cine, en especial, películas correspondientes al periodo silente, deterioradas y/o arrinconadas en un ángulo oscuro de un almacén por su dueño tal vez olvidadas. Cintas que hoy puede disfrutar el cinéfilo con excelente calidad en formato DVD y BluRay. A dicha labor se han sumado conocidos estudios (Zoetrope Studios de Francis Ford Coppola &c), así como emprendedoras instituciones públicas (Société Generale des Films &c).

Además de la importancia en sí de la recuperación y puesta al día de tales obras cinematográficas, hay que reparar en un valor añadido: el notable trabajo de composición de partituras musicales, realizadas ad hoc en las mencionadas ediciones. De entre éstas, son particularmente soberbias las firmadas por Carl Davis. Recuérdese que por su propia condición, la “película muda” no contenía banda sonora en el momento de estrenarse, siendo puesta la música en vivo en cada proyección.

Una muestra de estos valiosos oficios es la película proyectada esta semana en Cinema Genovés. Una obra maestra que no tiene ya excusa desconocer por ningún buen aficionado al cine: Gorriones (Sparrows, 1926), largometraje dirigido por un director hoy apenas recordado, William Beaudine, y producido e interpretado por la gran estrella Mary Pickford, en uno de los trabajos más sobresalientes de su filmografía.



Entre el cuento de hadas y el cine de terror, la película traslada al espectador a un universo sobrecogedor, de pesadilla, perfectamente presentado por los intertítulos que abren el film con estas palabras:


«La contribución del Diablo a la creación del mundo fue cierto terreno cenagoso, una obra maestra del horror. Y el Señor, apreciando tamaña labor, permitió que existiera. Luego, el Diablo se superó a sí mismo y llevó al Sr. Grimes a vivir en el pantano.»


El Sr. Grimes (Gustav von Seyffertitz) es una especie de ángel caído, de ser diabólico expulsado del paraíso y confinado a los infiernos. Regenta, cual despótico y malvado personaje nacido de la cabeza de Charles Dickens, un singular orfanato rodeado de tierras cenagosas, donde se respira un aire malsano. El personaje es presentado con la simplicidad y emotividad propias del mejor cine silente. Acaba de recibir la carta de la madre de uno de los niños confinados en aquel penoso penal. La pobre mujer se disculpa por no poder enviarle dinero, al haber estado muy enferma. Leí, añade en el papel, algo sobre una granja de niños que apaleaban a las pobres criaturas, pero yo sé que usted trata bien a mi Amy. A falta de monedas, la madre confundida adjunta a la misiva una sencilla muñeca de trapo, hecha por ella misma. El Sr. Grimes, que da grima verle, exprime con una mano la amorosa carta, mientras con la otra estruja la cabeza de la muñeca, hundiéndola en las arenas movedizas que circundan la abominable hacienda.


La mayor en aquel desolador asilo es Mama Mollie (Mary Pickford), adolescente que oficia de hermana mayor de la prole cautiva, casi como una madre, de ahí el sobrenombre. La muchacha cuida y protege a la prole en cuanto está en su mano. Les consuela y conforta, recordándoles que no están solos ni desamparados, que han de tener fe y confianza en poder salir de aquel infierno algún día, porque el Señor es misericordioso y no se olvida de sus criaturas, por pequeñas que sean, ni siquiera de los gorriones, de ahí el apodo de los niños de Mama Molly. La Pickford tenía entonces treinta y cinco años, pero su extraordinaria interpretación, así como el buen obrar de fotografía y la planificación de las escenas, consiguen presentarla en la pantalla como una candorosa doncella, frágil pero brava.

El hospicio recoge niños abandonados y expósitos, pero, asimismo, se nutre de pequeños raptados por los secuaces del Sr. Grimes al objeto de trabajar la tierra en régimen de esclavitud. Malnutridos y medio desnudos, les hace laborar sin compasión en la miserable granja. La última víctima recluida en la inclusa maldita es Doris Wayne (Mary Louise Miller). El padre (Roy Stewart), ha denunciado la villanía y la policía sigue el rastro hasta las proximidades de los dominios del Sr. Grimes. Alertado éste del hecho por sus compinches, opta por deshacerse de la niña, ofreciéndola como alimento al voraz estómago de las arenas movedizas. Es entonces cuando Mama Molly toma la gran decisión: reúne a la pequeña gran familia y organiza la huida del cautiverio.




Cual Moisés en miniatura, Mama Molly, con coraje, guía al grupo subyugado en una particular travesía por el desierto —en este caso, un peligroso pantano, infectado de insania e infestado de caimanes— en busca de la tierra que le tiene prometida a los niños.  La persecución resulta épica y lírica a la vez. Mama Molly lleva sobre sus espaldas a Doris, mientras dirige la comitiva que el abominable Sr. Grimes rastrea como un sabueso. La fuga termina, finalmente, sobre las aguas de un río, cuando no se llame Nilo. Buscando escondite en una barcaza, Mama Molly y la fiel infantería son todos rescatados por los agentes del orden. El Sr. Wayne (el rico viudo Wayne), que acompaña a la policía, intenta abrazar a su linda nenita rescatada. Pero, ay, la Mama Molly, como una leona, se resiste con energía. No van a quitarle a su niña. Porque ella es su verdadera madre: la Mama Molly…


Final feliz. La pequeña Doris parece estar de acuerdo con el dictamen de la joven, y no acepta recibir alimento como no sea de manos de Mama Molly, y en el improvisado biberón confeccionado por ésta: un botellín vacío de whisky y la punta del dedo de un guante de goma, debidamente perforado, como tetilla. Que traigan a la muchacha, ordena el Sr. Wayne. ¿Quieres quedarte en la casa, Molly, y cuidar de Doris? Pero Molly no está dispuesta a abandonar al resto de la camada. Sólo acepta el trato a cambio de que acojan a todos los demás hermanos. Pero, ¡son diez…!


Gorriones, una obra maestra del cine que combina con gran destreza distintos géneros (comedia, terror, religioso, épico, cuento de hadas), es un claro precedente de otra obra sublime estrenada bastantes años después: La noche del cazador (The Night of the Hunter, 1955). La presencia en la única película dirigida por Charles Laugthon de Lillian Gish (superestrella, a su vez, del cine silente), en un papel que remite a la Mama Molly de Mary Pickford en Gorriones, no puede pasar desapercibida para ningún cinéfilo ni tomarse por una casualidad.

Ernst Lubitsch dijo de Gorriones que es “una de las ocho maravillas del mundo". No seré yo quien ponga en duda las palabras de Lubitsch ni quien juzgue que el maestro exagera lo más mínimo.


Mary Pickford en el set de rodaje de Gorriones (1926)



2 comentarios:

  1. Hola querido Fernando, como me gusta Mary Pickford, en realidad adoro a estas actrices del cine mudo, porque sin palabras, tenían que gesticular más y sus gestos eran más visibles y dramáticos, aunque entiendo que hoy en día, a mucha gente se les hace pesado; y esta peli LOS GORRIONES, una auténtica delicia, recordar a otra actriz del mudo que me encanta y ganadora de un Oscar, Ganet Gaynor y por supuesto toda la carrera de Greta Garbo, antes del sónoro: EL DEMONIO Y LA CARNE, LA CALLE DE LA ALEGRÍA, unas auténticas joyas y la llamada el " Lirio de la pantalla " la infatigable Gillian Gish, excelente papel en LA NOCHE DEL CAZADOR, ahí que ver como dispara contra Mitchum y ya era una anciana.

    Salucines.

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    1. Ya veo, querida Susan, que te gusta lo bueno. En efecto, el gran público de nuestros días no está acostumbrado al cine silente. Sin embargo, no hay cine más puro que el cine mudo...

      Salucines

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