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lunes, 5 de octubre de 2015

PITFALL (1948)


Título original: Pitfall
Año: 1948
Duración: 86 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: André De Toth
Guión: André De Toth
Música: Louis Forbes
Fotografía: Harry J. Wild
Reparto: Dick Powell, Lizabeth Scott, Jane Wyatt, Raymond Burr, John Litel, Byron Barr
Productora: Regal Films


Desgraciadamente, no goza de mucha celebridad el cineasta que capta esta semana la atención en Cinema Genovés. Y eso que su nombre es fácil de recordar. No me refiero al nombre real (en versión original) —Sasvári Farkasfalvi Tóthfalusi Antal Mihály Tóth Endre— sino al que adoptó el director de origen húngaro al incorporarse al cine americano, a saber: André de Toth (con los años la tilde desapareció a su vez en los títulos de crédito de las películas que dirigió). 

Y el caso es que no me refiero a un realizador extraordinario, por raro ni inédito ni fuera de común o de las crónicas de cine, aunque pueda antojarse excéntrico a más de uno. Señalo este rasgo —la excentricidad— en general, y no porque se casase tantas veces como palabras contiene, propiamente, su nombre (siete), en una ocasión con la popular estrella Verónica Lake, con quien tuvo dos hijos y a quien dirigió en varios films. Tampoco cabría tomarse como excepcional que el maduro De Toth luciera un parche en el ojo, pues, después de todo, otros destacados cineastas pertenecían al mismo club ocular: John Ford, Raoul Walsh, Nicholas Ray, Fritz Lang, ¿Sam Fuller?


Sí, en cambio, se me antoja llamativo que André de Toth sea reconocido, principalmente, por haber firmado un film nada desdeñable, aunque poco representativo de su carrera cinematográfica: Los crímenes del museo de cera (House of Wax, 1953). Para mayor ironía (por no decir “rechifla”), una película rodada en 3D, con un propuesto de un millón de dólares, si bien recaudó cerca de 24 millones, por un cineasta tuerto. Un proyecto, en verdad, espectacular y precursor (de los primeros films rodados en dicho formato) encomendado por Warner Bros., para mayor sorpresa, a un director con fama de independiente, poco integrado en el sistema de estudios y más habitual en trabajos de bajo presupuesto que en superproducciones (éstas las hizo, en la última etapa de su carrera, en el Viejo Continente, aunque, claro es, a escala europea…).

Sea como fuere, la obra cinematográfica de De Toth, no siendo muy extensa, resulta muy variada en géneros. Una filmografía que tiene de todo (aventuras, terror, melodrama, policiaco, western, bélico), tanto en producciones para la gran pantalla y para la televisión. Y, por lo común, de un nivel e interés bastante notable. Tal vez sea el western el género en el que se movió con mayor soltura y creatividad, y dio mejores resultados. Aun siendo así, me optado por seleccionar un título por el que siento especial predilección: Pitfall (1948), film, si no estoy equivocado, no estrenado en las salas de cine en España, y que podría traducirse como «El tropiezo».


Con un reparto muy solvente y perfectamente ajustado a la tramaDick Powell, Lizabeth Scott, Jane Wyatt, Raymond Burr—, y realizado con el brío característico del director, el film combina con destreza el suspense, la acción y la cavilación. Policíaco ajustado al género, De Toth supo introducir en la cinta elementos propios y originales, propios de la mirada de un cineasta poco convencional y con una fuerte personalidad. Este trabajo —entre bastantes otros— es una buena muestra de cómo se puede ser innovador o renovador en el cine sin aires de pretencioso rompedor ni de iluso transgresor. Ocurre que, dirigidas por De Toth, las películas siempre sorprenden al espectador, nunca le aburren o le dejan indiferente.

En Pitfall, Dick Powell interpreta el papel de un hombre corriente, John Forbes. Un agente de seguros que vive en la ciudad de Los Ángeles con su mujer e hijo, conformado a la rutina del trabajo y el hogar, aunque con fantasías y afán de hacer algo distinto a lo ordinario. Y no precisamente en las finanzas, como su apellido pudiese sugerir. Buen arranque del film. Cocina en el hogar de los Forbes. Momento del desayuno en familia. Primer plano de unos huevos, que tras ser cascados con pericia, se fríen en la sartén. Prisas, poco apetito charla mañanera: ¿por qué no introducimos una variante en nuestras vidas y nos regalamos unas semanas de vacaciones en Sudamérica? Por cambiar un poco de aires, digo. Oficina, oficina. Esta rutina… El horno ya está caliente para hacer bollos.


El nuevo día en la oficina tiene, para Forbes, toda la apariencia una jornada más de tediosa labor. Sin embargo, surge un caso que torcerá las cosas. Un detective que trabaja para la empresa de seguros, interpretado por Raymond Burr, informa al protagonista de la última gestión realizada: ha identificado a la persona que recibía regalos y prendas de un tipo que está en prisión para purgar sus pecados contra la propiedad ajena. Se trata de una muñeca, puntualiza muy privado el investigador, ella repondrá y compensará lo robado por el tipo, pero, ojo, yo la vi primero.

Forbes visita a la beneficiaria del latrocinio, quien, cual Lana Turner en El cartero siempre llama dos veces (The Postman Always Rings Twice, 1946 y/o 1981) lo recibe con unos pantaloncitos cortos. Es ella, la novia del bribón y modelo (Lizabeth Scott). Devolverá lo comprado con el dinero robado. No problem. Para lo cual Forbes la visitará no una ni dos sino más veces. He aquí el desliz. Aunque todavía hay un tropiezo más: el detective que encarna Burr con mucho brío y no menos carne se pone celoso y las cosas se complican.

Forbes anhelaba un cambio brusco en su tediosa y calculada vida. Alteración habrá, en efecto, en la aventura, la cual golpea incluso los dominios privados de la familia. Finalmente, este Ulises iluso de Los Angeles volverá al Home Sweet Home, a su Ítaca particular donde su Penélope Forbes y Telémaco Forbes Jr. le aguardan con comprensión y cariño.


Trama, por lo que se ve, típica y aun convencional, pero que De Toth agiliza y actualiza gracias al suspense y el buen hacer que logra en la narración de la historia. Con algunos momentos, ciertamente, desasosegantes. Como la protagonista del film de Max Ophüls (1949), Mr. Forbes experimenta aquí su particular Reckless Moment, el momento temerario, acuciante, imprudente, culposo…




Lizabeth Scott no interpreta en el film a una femme fatale cualquiera; usual y corriente, quiero decir. Aunque ajustada a —y en— dicho arquetipo, es, en el fondo, una buena chica, atrapada en su pasado y destino, que pone en prevención e intenta proteger al agente y amante circunstancial cuando se encuentra inseguro. Como Gloria Grahame en Big Heat (Los sobornados, 1953. Fritz Lang), Lizabeth Scott en Pitfall tiene su faceta tierna, aunque consigue salvar la cara con mayor suerte que aquélla.

Film, en fin, muy recomendable dirigido por un director, André De Toth, merecedor de atención y justa consideración.


2 comentarios:

  1. Si André de Toth está olvidado (aunque últimamente he oído hablar de él con motivo de las pelis en 3D) Lizabeth Scott también, a pesar de tener - al menos para mí - una imagen muy potente y eso que no conozco muy bien su filmografía. Falleció a principios de este año, justamente antes de la ceremonia de los Oscars pero, ¡ay! se olvidaron de mencionarla.

    Tomo nota de la película.

    Salucines

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    Respuestas
    1. Si, amigo deWitt, caprichoso e injusto es el olvido. Ahí tenemos dos ejemplos de ello, en la dirección y en la interpretación cinematográfica. Pero, para me deshacer entuertos estamos nosotros. Y no es una indirecta por De Toth...

      Salucines

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